De Lima a Limón

Crítica – cítrica


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La Fanega de Roque… una buena opción tradicional en Rascafría.

El otoño tiene un montón de cosas buenas, los paisajes en tonos cobrizos, las primeras chimeneas encendidas… Pero consideraciones poéticas aparte, lo mejor es la parte gastronómica, es una de las temporadas donde podemos acceder a algunos de los ingredientes más deliciosos del año: manzanas, setas, castañas… Como lo mío no es triscar por el bosque en busca de hongos, ni sé distinguir un Boletus Edulis del chalet de Papá Pitufo, pusimos rumbo hacia Rascafría, para disfrutar del espectacular paisaje otoñal del Valle del Lozoya y comer como señores.

Nuestra primera opción en Rascafría, tuvo que esperar: el Restaurante Conchi. Dicen que es imposible comer allí sin haber reservado antes y pude comprobarlo con mis propios ojos. Son tan extraordinariamente amables que apuntan tu número y te llaman cuando haya sitio disponible. Sin embargo, pese a la pinta que tenían los platos que veía ir y venir, decidimos que no podíamos esperar una hora -dando vueltas con ese frío- y buscamos una segunda opción.

La Fanega de Roque” está muy cerca, así que pasamos tras echar un vistazo al menú y nos quedamos.

El sitio es muy acogedor, dividido en dos plantas. Abajo, el bar, con mesas muy simples para tapear y lograr que se te pase el frío. Arriba, subiendo unas escaleras de madera, el comedor. Decorado con radios antiguas, fotos de la zona, aperos de labranza y vidrieras modernas, es bastante agradable, con muchas mesas, pero sin estrecheces y da una sensación de calidez que se agradece mucho.

El menú combina platos de temporada y productos de la zona con lo que todo turista espera de un “restaurante rural”. Nosotros optamos por pedir un revuelo de “boletus” con gambas y jamón, chuletas de cordero y un entrecot de ternera de la Sierra.

El servicio no es lento ni rápido, pero son tremendamente amables y respetuosos con los tiempos del cliente hasta rozar la timidez.

Con el revuelto de boletus cometimos un error. Aunque generoso y muy rico, no eran setas de la zona, sino cultivadas. Parte de la culpa fue nuestra, porque había platos donde sí señalaban expresamente que estaban hechos con setas de la zona, pero fuimos al revuelto, por parecernos una opción más conservadora.

Las chuletas estaban correctas, jugosas, tiernas y recién sacadas de la plancha. Acompañadas sólo de patatas fritas, pero patatas caseras, lo cual no es decir poco.

El entrecot vino con su banderita que certificaba que era de ternera de la Sierra de Guadarrama. La carne merece bastante la pena y no racanearon ni en cantidad, ni en guarnición; también de patatas fritas, pero acompañadas de pisto.

Una vez que conseguimos respirar algo después del atracón, nos ofrecieron la carta de postres, con la típica opción prefabricada del limón con helado dentro y un apartado de postres caseros. De éstos, optamos por un budín de castañas. Acertamos de pleno. El budín estaba delicioso, dulce, sin ser empalagoso y respetando el sabor de las castañas. Si hubiera que ponerle una pega, es que iba acompañado por los típicos adornos de nata en spray. Pero, también hay que decir que la nata estaba recién puesta y no era el típico chorro fosilizado de pasar días en la nevera.

Total: con pan y bebida (agua mineral) 49€ o, si queréis, 24,50€ por cabeza. Lo que no está nada mal para la época, el lugar y comer en fin de semana.

Nuestro juicio: una lima. Por servicio, local, ingredientes y calidad-precio. Pero no subimos más por lo rutinario de muchas opciones de la carta, los boletus de bote y los nefastos chorritos de nata en el postre. Repetiríamos seguro, pero tal vez no subiríamos a Rascafría sólo para ello.

 

Dirección: Av del Paular, 19, 28740 Rascafría, Madrid
Teléfono:918 69 19 30
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Las 5 fases de las Ferias de la Tapa.

Las rutas de tapas no pueden estar más de moda. No hay ciudad, barrio o incluso calle que se precie que no tenga montada su ruta, su mapas del tesoro y una buena colección de pinchos para servir. Estas rutas son la excusa perfecta para conocer nuevos locales de tapeo, para aprenderse los nombres de las calles y para romper el mito de que las mujeres no sabemos orientarnos con un plano.

Hace un par de semanas estuvimos en Soria, todos los años montan la semana micológica, los bares preparan una tapa al precio de 1,50€ cuyo único requisito es que, entre sus ingredientes, esté algún tipo de seta o de hongo. Fue un triunfazo y después de dos días allí, mapa en mano, creo que pasaría el examen de taxista. Los bares se lo toman en serio, se piensan las tapas y, la mayoría, están muy ricas. Otras son un horror… pero esa es la esencia de todo concurso. Con cuatro tapas comes así que por 10 euros has hecho la noche, has cenado y te has tomado cuatro botellines con lo que te vas dando saltitos de alegría para casa.

ferias de la tapa

Estas son las buenas rutas, las que conservan la esencia… pero como todo lo que pasa a la categoría de moda, acaba sufriendo un desgaste. Muchos de los bares abusan y provocan lo que los limoneros llamamos… las cinco fases de la ruta de tapas:

1.- La saturación de gente.- Hay una sutil línea entre el ambientillo que a todos nos gusta y el abarrotamiento que agota al santo más paciente. Así que, en vez de ir el día que más te apetece empieza la ingeniería, de modo que haces una matriz donde cuadras las fechas de los partidos de fútbol, la temperatura exterior, la humedad y la sensación térmica, más la alineación de los planetas y decides que el miércoles en la ventana entre las 19:30 y las 21:00 es la única hora en la que puedes ir a Tapapiés y salir con vida.

2.- El Desencanto.- Has conseguido llegar al bar y pedir tu tapa. La has visto en la foto y tiene una pinta de morirse, parece grandecita y solo le falta un cartel que diga “cómeme, cómeme.” Pero amiguitos, la realidad es otra, la rodaja de pan es, en verdad, una loncha de baguete cortada con cortafiambre y, muchas veces, la presentación viene a ser la copia del cuadro de Van Gogh hecha por un crío de cinco años. Y piensas… para esto casi mejor me quedaba con los cacahuetes que me pones siempre con la caña y me ahorraba el euro cincuenta.

3.-La mezcla imposible.- Es comprensible, estos concursos someten a los cocineros a mucha presión. Uno está acostumbrado a hacer una salsa de bravas de infarto pero… con eso no se gana un concurso (o sí). Así que empiezan a innovar y le preguntan a sus hijos qué ingredientes están de moda… y de ahí sale la tosta de foie con queso de cabra y cebolla frita con un crujiente de boletus. Sergi Arola conquistó el mundo con unas patatas bravas… no creo que perdiera un concurso de tapas.

4.- El bocata de McDonald’s. Llevas ya cuatro intentos, sigues teniendo hambre y tu estómago se queja de la mezcla imposible… piensas pero solo se te ocurre una manera de arreglarlo, comiéndote un bocata, en el peor de los caso, del McDonald’s.

5.- El Arrepentimiento.– Así que después de todo decides que nunca máis, que para lo que te has gastado, mejor te ibas de tapas sin ruta, sin concurso y sin mapa del tesoro. Hasta que vas a una bien montada y te reconcilias con el concepto… y ahí es cuando vuelves a caer.

Aún así, aprendamos de la mala experiencia y pensemos en las ferias de la tapa como en las ferias medievales: se peca por exceso, no todas merecen la pena y no por ser lo que son, merecen en sí la pena pero alguna… Todavía se gana el buen nombre.

 


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Kilómetros de Pizza… y testosterona. (Madrid)

Optar por un restaurante en Madrid que se llama Kilómetros de pizza y que su marketing y estética se acerca más al de Pizza Jardín que al de una trattoría italiana puede parecer en principio un ejercicio de testosterona en el que lo primordial es el tamaño.

A pesar de constantes mensajes provocativos tipo “¿cuántos kilómetros te puedes comer?” o “para quien se atreva”, o de tener en una pantalla en el restaurante (y en su web) un contador de kilómetros de pizza servida (según nuestros cálculos en estos instantes equivalen a 45.253 pizzas en unos tres años), el principal atractivo de este restaurante es la calidad de su masa, pura alta cocina. Como aquellos de «El secreto está en la masa» pero en bien.

Las pizzas tienen un montón de sabores «exóticos”, pero lo mejor  es la masa. Según anuncian en la web utilizan harinas importadas de Italia y las masas llevan un 40% de agua. Además se crean y fermentan únicamente en la cocina del restaurante mediante un proceso de fermentación que dura entre 24 y 96 horas según el tipo de masa. Lo cierto es que en tus manos tienes una masa fina esponjosa con una base crujiente (estilo de masa romano) que eleva la experiencia a una categoría gourmet.

Jesús Marquina y su asesoramiento son la clave, un cuatro veces campeón del mundo de pizzas que diseña y supervisa la variedad de 14 pizzas con la que cuentan en carta. Es posible que el nombre y la obsesión por los metros sea también inspiración de Marquina, que cuenta con el Record Guinness de la pizza más larga del mundo (1.145,5 metros).

El local, está en una esquina de la marchosa Avenida de Brasil, es amplio y luminoso. Las cristaleras a la la terraza exterior y su cocina abierta dan sensación de transparencia. La decoración está cuidada pero sigue siendo pragmática, por lo que pueden conformarse en un instante grupos de mesas de un amplio o reducido número de comensales sin llegar a sentir que te falta el espacio vital.

kilometros de pizza

Imagen de la galería de Kilómetros de Pizza

La carta tiene varios platos italianos y un Menú Ejecutivo por 12,50€ que pueden llegar a ser una buena opción limonera, pero nosotros hemos armado un ejército de seis personas para ir de frente a por el gran reto, la pizza de dos metros, única en el mundo. Semejante longitud permite optar hasta por cuatro tipos distintos. Nuestra elección es:

¡!FUAS!!: Foie crudo en virutas sobre mermelada de higo, granos de granada y aceite de Albahaca. Para chuparse los dedos de los pies. Pepito de solomillo: Como buena versión del pepito de ternera (la carne de muy buena calidad), es recomendable envolver el solomillo con la masa, puede parecer que da igual pero no da. Setas de temporada y crema de calabaza: Con mortadela trufada, para disfrutar. Pizza La Venta: Inspirada en una de las pizzas campeonas del mundo es como comer ricos huevos fritos con chorizo y tocino ibérico (el tocino se detecta suave en el paladar pero apenas a la vista), pero le falla en gran medida la salsa de tomate (parece de bote) que emblandece y estropea la masa.

El momento gourmet, si no llegas a notarlo en el sabor no te preocupes, lo notarás al recibir la cuenta. La dudosa hazaña de acabar con los dos metros de pizza llevó como contrapartida no poder alcanzar a probar nada de la pobre carta de postres, de la que sólo resalta la CUBETA de helado artesano (les ha faltado llamara MEGA CUBETA). A pesar de no tomar postres ni entrantes nos salió por 27 € por cabeza contando “sólo” la pizza y dos bebidas por zampapizzas.

Si el precio no te asusta y eres un auténtico buscador de la mejor pizza de Madrid, Kilómetros de Pizza debe estar en tu lista de restaurantes a explorar. La recomendación es que optes por pizzas individuales o incluso porciones distintas para saborear más sabores y evitar que las salsas empeoren y enfríen la masa. Pero entendemos que si vas en grupo de “machotes” no podrás evitar entrar en el Hall of Fame del restaurante con fotos de quienes superar los records de las distintas categorías.

El servicio es amable pero insuficiente en número, caen en el pecado común en estos tiempos de crisis de intentar cubrir más mesas de las que realmente pueden abarcar, y eso es un error que no se perdona cuando el restaurante se promociona y pagas por una “experiencia Gourmet”. Las pizzas merecen casi dos limas, pero el precio y la larga espera en ser atendido hace que en el frutero pongamos también un limón.

Avenida de Brasil, 6. 91 755 72 32.