De Lima a Limón

Crítica – cítrica


Deja un comentario

Escapada limonera a Rota. (Cádiz)

Hoy nos vamos hasta el sur del país, concretamente nos escondemos en la provincia de Cádiz y tomamos Rota como campamento base. En próximas ediciones os llevaremos hasta Bolonia y Caños de Meca, dos de las playas más maravillosas de este país, pero hoy nos quedamos en el propio pueblo que da para ríos de zumo limonero.

Rota es un pueblo singular que vive de dos cosas, el turismo paraíso de jerezanos y sevillanos y una base americana que se plantó allí allá por los años 50. Gastronómicamente hablando ambas cosas son muy relevantes… Triunfa la comida rápida, el tapeo y la deshora. Qué obvio diréis… Pues no tanto.

Esto de que el desayuno es la comida mas importante del año es una cosa que en este pueblo se toman muy en serio, lo mejor que puedes hacer por la mañana es darle vidilla a un mollete con jamón y café con leche en vaso, los mejores están en el Gomez (alias GomeS), un bar de pueblo donde sirven molletes y guatangas (con pan de barra) para un regimiento. De ahi a los churros (gordos y finos) aunque sea necesario regatearles el azúcar y tengas que aguantar que te miren raro y a las tostadas con manteca (blanca, colorá y la zurrapa de lomo) el sueño de un nutricionista.

Rota es, sin exagerar el pueblo del mundo con más pizzerías. Ni italia ni la little italy niuyorkina. Y no son pizzerías cualquiera, son pizzerías roteñas, hacen una cosa de masa fina crujiente, formato galleta con mogollón de queso (a la que luego le echan doble de queso), a veces le echan hamburguesa… Que viene a ser carne picada y, finalmente, el sello de identidad roteño, la mayonesa! La pizza siempre llega a la mesa acompañada de un buen arsenal de bolsitas que siempre se les acaba quedando corto.

Hay que reconocer que es una cosa barata, por 7 euros tienes una pizza familiar de la que comería un séquito de dos padres, dos churumbeles y una abuela, porque la pizza en este pueblo es intergeneracional.

La influencia americana tiene sus cosas buenas, el Casa Texas Mexico es uno de los mejores restaurantes de Tex Mex de toda España. No, nunca competirá en la liga del Mejor Mexicano pero hay que reconocer que esta comida basada en mezclar la mayor cantidad de sabores del mundo tiene su punto. En que lugar de España puedes encontrar una Cobb salad? Cualquier cosa que pidas estará buenísima y hará que salgas rodando. Con una jarra de margarita de fresa (algo más de diez euros) la experiencia será total. Una gochada super satisfactoria y más que recomendable.

Y por último el mundo tapa, vayas a donde vayas encontrarás arranque (único en Rota), una especie de gazpacho con tanto pan que se come con tenedor. Buena ensaladilla, unas albóndigas de choco bastante decentes y, como no, pescaíto frito, aunque para comer pescaíto, lo mejor es cogerse el vaporcito e irse de excursión limonera a Cadiz.

En Rota no hay horas ni tiempos, la vida es tranquila y eso lo hace un lugar perfecto para desconectar del mundanal ruido, el emblema del Ayuntamiento (y esto no es broma) es «sin prisa, sin pausa» toda una declaración de intenciones. Un lugar perfecto para descansar pero donde si quieres el salero…. Mejor te levantas, vas a la barra y te lo traes contigo, venir vendrá pero pero a la ración de chocos ya le habrán salido dientes y estará empezando a hablar.

 

Anuncio publicitario


Deja un comentario

Escapada limonera a los Cristianos (Tenerife)

Visitar amigos es algo que siempre vale la pena estén donde estén, pero hombre… si están en Tenerife, como que el aliciente es siempre un poco mayor. Así que aprovechando uno de los bonitos puentes del mes de mayo nos cogimos un vuelo Ryanair hasta la isla y saldamos la deuda de nuestra visita pendiente. (Si es que te somos de un sacrificado….)

Nuestros amigos limoneros viven en Los Cristianos, al sur de la isla. Pese a eso y, por necesidades del guión, volamos a Tenerife Norte, las distancias en las islas son una cosa bastante relativa, léase, el aeropuerto está lejíiiiisimos, pero del norte al sur se tarda poco más de una hora. La misma hora que se tarda en llegar a Barajas desde el centro de Madrid.

DSC_9651

Volar con Ryanair tiene sus cosas, la primera es la psicosis que crean con la maleta, tienen unos cajetines miniatúricos donde tiene que caber la maleta. La mayoría de las maletas que nos venden como equipaje de mano, no caben y se traduce en que te facturan la maleta y te cobran unos 40 euros de castigo (allá fue todo el ahorro). Eso hace que en la cola de embarque la gente esté nerviosa y vestida como si fuera a volar al polo. Con toda cuanta ropa le cabe encima.

Una vez que superas este drama llega el espectáculo, Ryanair es lo más parecido que hay a la teletienda en aerolíneas, no callan durante todo el vuelo (excepto en las horas legales de silencio) y te venden de todo: Rascas y ganas y calendarios benéficos, perfumes, regalos, comida… pero te lo venden en modo mercadillo «Mary, que me lo quitan de las manos». En el último vuelo el azafato llegó a decir compren la lotería, ganen y den la vuelta al mundo y si no tienen con quien ir, llévenme a mi. Pues así todo.

Aunque lo mejor sin duda es la trompetilla que significa que han llegado a tiempo. Eso y la puta manía de la gente de aplaudir al aterrizar como si durante el vuelo con tanto anuncio hubieran perdido la esperanza de llegar a tierra sanos y salvos.

El tema, que nos despistamos, Canarias es un lugar que no se vende todo lo bien que debería. Resumen todas sus lindezas en un sol y playa, que es verdad, pero no sólo. Canarias es un paraíso, lleno de naturaleza, de vida, de fiestas, de animales. Tenerife es el segundo mejor lugar del mundo para observación de cetáceos. Que haya tenido que ir allí para enterarme…

DSC_9765

La gastronomía canaria es otra gran desconocida, nop, los canarios no se alimentan en exclusiva de plátanos, aunque haya palmeras plataneras por doquier. Comen papitas arrugás con mojo picón verde y rojo, queso blanco a la plancha, croquetas de plátano… un mogollón de cosas ricas que, por desgracia, en los sitios tan turísticos como los Cristianos, no abundan. Está invadido de jubilados con pelo blanco y camisas de flores que se alimentan a base de «garlic bread y lasagna».

Tenerife tiene un montón de influencia venezolana, eso hace que otro de sus platos típicos sean las arepas. Una delicia en versión fritanga. La Catirita es una de las areperas (que no areperías) más auténticas que podéis encontrar en Arona.  Tienen una carta inmensa.. aunque nuestra favorita fue la de carne mechada. La de chorizo perro (típico canario y similar a la sobrasada) y queso es imprescindible probarla… aunque ya os aviso que comeréis durante el resto del día, y la de guayaba y queso en forma de postre es deliciosa.

Tenerife

En el sur de la isla es donde está el mayor atractivo natural, el Teide, el pico más alto de España, y el tercer mayor volcán del mundo. De entrada puede parecer que un volcán tiene poco para ver… pero qué error!!! Es alucinante, el paisaje es muy diferente a cualquier cosa que hayas visto, entre otras cosas, porque a cada curva es diferente entre sí. El juego de la presión también es muy divertido, las bolsas al vacío se inflan al subir… y las botellas que has abierto en la cumbre se estrujan al bajar. Todo un juego científico para los que vayan con críos.

Y luego está la parte acuática, en términos de buceo es una gozada. Puedes encontrar tortugas, rayas y mil peces de colores.. y si coges un barco (unos 15 euros por persona) puedes hacer una excursión de dos horas para ver ballenas y delfines. No son enormes pero son igualmente bonitas e impresionantes.

Para la parte gastronómica mejor quedarse en Santa Cruz donde los autóctonos todavía deciden. Para todo lo demás cualquier parte de la isla tiene su encanto. Un paraíso natural donde, aunque parezca imposible, resulta super fácil escapar del turismo masificado y encontrar un rincón donde reconciliarte con el mundo.

 


Deja un comentario

Escapada limonera… destino Olite.

Cuando improvisas una escapada de cuatro días a Pamplona desde Vigo y teniendo en cuenta que dos de ellos se van en la ida y la vuelta, las cuarenta y ocho horas restantes están organizadas al segundo.
Después de haber escudriñado de arriba a abajo la calle Estafeta y casi todas sus adyacentes en Pamplona, probando pinchos y más pinchos, quisimos visitar alguna localidad cercana que nos permitiera probar la comida navarra más tradicional. Elegimos irnos a Olite, a tan sólo a cuarenta y dos kilómetros de Pamplona y visitar uno de los monumentos nacionales mejor conservados de nuestro gótico español, el Palacio Real de Olite, perteneciente a los Reyes Navarros antes de anexionarse al Reino de Castilla, allá por 1522.
Su buen estado de conservación y las coherentes restauraciones que se han llevado a cabo, hacen que trasladarse al medievo e imaginar cómo era la vida en palacio, no suponga mucho esfuerzo. Sin embargo, y me ha resultado muy curioso, que a pesar del mimo y cuidado que han puesto en las rehabilitaciones de todo el palacio, no hayan dedicado ni una de sus abundantes salas a exponer mobiliario o demás elementos decorativos de la época.
Desde sus torres almenadas se puede disfrutar de impresionantes vistas de los viñedos de toda la localidad y su enorme «nevera» con forma ahuevada en la parte trasera del palacio, construida para almacenar la nieve necesaria para la conservación de los alimentos.
Para visitar el palacio, hay que adentrarse en el interior del recinto amurallado, de origen romano y allí, en la calle Mayor, está el restaurante del que hoy os vamos a hablar.
La carta de este mesón, tranquilo, clásico y familiar, no es muy extensa y nada original, la verdad. Casi una docena de platos combinados, varios tipos de ensaladas, unos bocatas y raciones, que se pueden contar con los dedos de las manos. Pero la recomendación de quienes nos hicieron de guías por tierras navarras nos animó a visitarlo y probar su nada desdeñable menú del día.
Se podía elegir entre cinco primeros, cinco segundos, incluyéndose la bebida (agua o vino de la zona) y postres caseros. Todo ello por 10 € por persona.
Olite delima
De los primeros nos decantamos por probar:
– Unas contundentes lentejas -plato de puchero muy de agradecer dado el frío que hacía- con chorizo, ternera y tocino. Estaban muy sabrosas y bien cocidas, lo que es de agradecer por eso de no encontrar lentejas reventadas de tanta cocción.
Canelones de carne con bechamel (hecha por ellos y no de bote) gratinados con una mezcla de quesos poco habitual (queso cheddar en su gran mayoría) pero que le daba un gustillo y apariencia diferente.
Ensalada tibia de gulas. Si no fuera que la atiborraron de lechuga iceberg en lugar de presentarla en hojas de endibia de la zona y la espolvorearon con cebolla crujiente se llevaría un sobresaliente en toda regla. Una pequeña decepción, sí, pero aún así, ha merecido la pena probarla.
– Y menestra de verduras. La sorpresa llegó cuando nos la sirvieron. ¿Qué hace el crujiente de cebolla otra vez ahí? ¡¿Verduras congeladas?! ¡¿No se supone que Navarra es la huerta de España?! Quién la pidió se esperaba unas verduras de la zona cocidas, acompañadas por unas patatas, cuartos de huevo duro y aderezadas con un poco de aceite de oliva y sal. El chasco fue monumental por que no se esperaba ese guiso de verduras con intenso sabor a tomate.
De los segundos, casi todos elegimos:
Lomos de bonito guisado. Quienes lo probaron coincidieron unánimemente que la textura del pescado era muy jugosa y sabrosa.
– Y carrilleras de ternera guisadas que estaban muy limpias de sus múltiples nervios gelatinosos, suculentas y muy, pero que muy tiernas. Se deshacían en la boca como si fueran agua. Si no estuvieran acompañadas por ese tipo de patatas… ¡ay, ya sabéis que opino de ese tipo de patatas!
Y de los postres destacar:
– El flan de huevo hecho al horno, de sabor suave y sutilmente dulce
– Y el arroz con leche que estaba muy cremoso y con cierta tibieza aún en su interior.
El camarero que nos atendió estuvo muy pendiente de que no les faltase de nada a los tres niños pequeños que nos acompañaban. De hecho fueron a los que primero sirvieron. El servicio fue ejemplar y entre plato y plato apenas tuvimos que esperar.
Teniendo en cuenta que la carta no es muy original pero la amplia variedad que ofrece su menú del día, le concedemos una lima y media y otra media, indudablemente, por estar muy, muy cerquita de un palacio digno de visitar.
Restaurante La Muralla c/ Mayor nº 31, Olite, Navarra


Deja un comentario

Carnavales de Cádiz en versión limonera

Ayer me decían que los limoneros viajamos más que el baúl de la Piquer… y es posible. No lo podemos evitar, mezcla las dos cosas que más nos gustan del mundo: comer y viajar. Para no cargarnos la fama, hoy nos escapamos a Cádiz, y lo hacemos en su momento de esplendor, Carnavales, porque en Cádiz el Carnaval es tan grande que se dice en plural.

Los Carnavales en Cádiz, oficialmente, duran dos semanas. La realidad es que desde que empiezan las preliminares del COAC (Concurso oficial de Agrupaciones Carnavalescas) allá por enero y hasta casi marzo, la provincia suena a Carnaval. Los carnavaleros salen con sus trajes y cantan las letras que llevan ensayando todo un año, durante estas dos semanas muchos cogen vacaciones, prácticamente no duermen y queman sus gargantas cantando en cada esquina, pero son inmensamente felices… y os garantizo que esa felicidad se trasmite. Da igual que uno llegue de nuevas, sale de allí enamorado y chirigotero.

Para los que no hayáis tenido la suerte de estar os hagáis una idea, os diremos que la fiesta va de cuatro cosas: comer, beber, escuchar y cantar. Las peñas reparten comida y hay cosas como «Gambada Popular» «Bacaladá Popular» «Tortillada Popular de camarones» «chicharroná popular» o «Pestiñá popular«… Vamos, que te pones tibio de comer, gratis (popular) y con chirigoteo de fondo. La cerveza en estos planes tampoco falta, bueno, lo de cerveza es un decir, porque lo que no falta es la Cruzcampo.

Por el día se disfrazan los niños y por las noches lo mayores. Se ven disfraces de todo tipo, muchos super elaborados y otros tremendamente simples… tan, tan simples que uno puede ir disfrazado con un pañuelo al cuello siempre que se pinte dos coloretes rojos en las mejillas. La excusa de no tengo disfraz… aquí no vale.

carnavalesdelima

El menú está claro… obviamente el artista principal es el pescadito frito. Uno de los mejores sitios para comerlo es el Mercado Central, está justo detrás de la plaza de las Flores (otro rincón de pescaíto clásico),y desde que lo han reformado no veáis cómo ha cambiado el cuento. Las cervezas cuestan 70 céntimos y el pescado, igual que en todas las freidurías,  se vende por kilo… está super rico y es uno de los más económicos del centro de la ciudad, eso sí, la variedad escasea (choco, cazón y tortillitas) , además, si quieres variar el mercado está lleno de puestos… desde sushi a montaditos.

Junto al pescaíto están las raciones, en versión patata: las papas aliñás o en alioli, la ensaladilla… en versión cárnica: chicharrones y albóndigas.. y en versión fritanga: Croquetas, Tortillitas de camarones (que no llevan huevo) y calamares… De postre no hay que dudarlo, pestiños. Un dulce arabesco, muy dulce, muy dulce pero muy rico.

Cádiz no es un destino para contar calorías y, en época de Carnavales todavía menos, pero lo tiene todo: los primeros rayos de sol  de la temporada, buena comida, mejor ambiente y buenos precios… Vaya, un destino limonero por excelencia, anotadlo en la agenda, que 2015 ya está en el horno.

Cartel_2015


1 comentario

Escapada Limonera… destino Pamplona.

De sobra es conocida la fama que tiene Navarra de su cultura gastronómica y popular. No sólo se lo debemos a Ernest Hemingway a través de su literatura, los propios navarros han ido dando buena cuenta para mantener en lo alto todos y cada uno de sus productos típicos: desde su queso del Valle del Roncal, el Idiazabal, su pacharán, las alcachofas, sus impresionantes espárragos y sus archi famosos pimientos de piquillo, hasta sus carnes de vacuno, sus vinos con denominación de origen, los embutidos: txistorra, butifarra y como no, el chorizo de Pamplona o cualquier verdura que salga de sus huertas: cogollos, berzas, acelgas, cardos…

Los navarros llevan varias generaciones yéndose de pintxos y de chiquitos o lo que es lo mismo de tapas y vinos siendo Pamplona la ciudad por excelencia para disfrutar de la gastronomía navarra y de sus caldos al tiempo que se recorre la monumental parte vieja de la ciudad.
En Pamplona hay tantas tabernas y bares como guiris en los San Fermines, y no, no estoy exagerando. Desde la calle Mercaderes hasta la calle Estafeta, pasando por la plaza del Castillo se pueden disfrutar de las innovadoras propuestas de Álex Múgica con dos restaurantes en la ciudad o de la tradición sumamente cuidada de El Gaucho,  una de las tabernas más premiadas por la elaboración de sus pintxos de la ciudad.
Nosotros empezamos el recorrido en La Granja un pequeño local situado en la calle más pintoresca de la ciudad, la calle Estafeta nº 71 y al terminar nos fuimos hasta el Okapi en el nº 46 de la misma calle.
Al día siguiente quisimos comprobar si la fama de El Gaucho en la calle Espoz y Mina nº 7 era tan merecida como nos habían dicho y sí, este entrañable bar es de absoluta recomendación. Lo confirma la tarrina de txangurro (centollo) con queso que fue degustada en un parpadeo.
Y antes de emprender regreso no podíamos dejar de pasar la oportunidad de tomarnos un último pintxo con un chiquito. Elegimos el Mesón Pirineo también en la calle Estafeta nº 41 por su amplia variedad de embutidos locales.
Hay que decir que todos los pintxos que probamos cuya elaboración, presentación y degustación era increíblemente buena siendo lo más destacable de todos ellos su propuesta de cocina de calidad. Eran restaurantes informales, donde el personal fue paciente y amable a pesar de la desbordante avalancha de hambrientos y sedientos clientes que entraban continuamente.
pintxos
Ir de pintxos por Pamplona no sale barato. El precio medio de cada uno ronda los 2,50 € al que hay que añadir la consumición con que lo quieras acompañar. Sin embargo desde hace unos años los hosteleros de la parte vieja decidieron, para atraer nuevamente a la clientela, proclamar dos días de la semana, el martintxo (martes) y el juevintxo (jueves) en el que tomarte un pintxo y una caña tan sólo cuesta 2 €. Así ya no hay excusa que valga!!
Los que hayáis estado en Pamplona en sus San Fermines habréis vibrado con una ciudad bulliciosa, alegre, desmadrada, muy desmadrada. Yo os invito a que volváis en invierno para que la viváis desde la tranquilidad, disfrutando de sus espacios abiertos, de sus parques como el de la Taconera, de su Ciudadela, recinto amurallado que dio origen a la ciudad. Por supuesto de sus pintxos y chiquitos y bajo ningún concepto, no podéis dejar de visitar el emblemático Café Iruña, local que tiene un pequeño rincón que rinde homenaje al escritor que la dio a conocer internacionalmente.
Eso si, id abrigados, allí hace frío…
 


5 comentarios

Hamburguesas de todo tipo en San Petersburgo (Zaragoza)

No hay grandeza donde faltan la sencillez, la bondad y la verdad”, Pierre Bezukhov, burgués y petersburgués, Guerra y Paz, (1869) León Tolstói.

Hoy nos vamos a un local mítico de hamburguesas de la zona heavy de la ciudad de los Héroes: Zaragoza. Antaño cuando Zaragoza no se había convertido aún en una ciudad de hipsters, gafapastas, ipads y carriles-bici, había una zona heavy, muy cercana a La City (Ciudad Universitaria), entre Corona de Aragón y Tomás Bretón, con una decena de bares donde el metal corría a raudales, y donde los peludos maños agitaban sus cabelleras al son de Guns’n’roses, Manowar, AC/DC o Metallica, mientras tragaban kalimocho. Allí, surgieron una serie de tugurios de bocadillos como El Patio de Fran o el San Petersburgo, donde poder llenar la barriga sin alejarte del sonido más puro. Para leer este post con la música adecuada, recomiendo a la banda autro-rusa de rock-ska Russkaja.

Siempre me ha gustado San Petersburgo, porque allí, es donde pasa la trama principal de una de mis novelas favoritas: Guerra y Paz, obra maestra de la literatura, culebrón zarista y campaña bélica, donde como mis ancestros, los hijos de la Madre Rusia rechazan ahora y siempre al invasor francés. Precisamente en francés está la principal decoración de la hamburguesería San Petersburgo, un mapa enmarcado del Royaume d’Aragón encargado para su majestad Philippe V de Bourbon, invasor y confiscador del autogobierno, aunque a diferencia de nuestros vecinos orientales, nosotros somos de quejarnos menos y comer y reír más. Cada vez que entro lo miro un instante y me voy derecho a la jugosa carta.

La carta del bar es estupenda porque tiene dos decenas de hamburguesas distintas y enormes con todo tipo de ingredientes para encargar. Puedes pedirla a tu gusto o una de las distintas nacionalidades allí presentes. La aragonesa, en lugar de carne picada usa carne de longaniza blanca, la navarra, usa carne de chistorra, la francesa queso bríe y mostaza y así. Sin embargo hay tres que me resultan una auténtica marranada sólo para los paladares más bizarros. La italiana es una hamburguesa, que aparte de la carne, lechuga, tomate y queso lleva espaguetis con tomate. Sí tal cual, y se salen por abajo cuando muerdes. La india lleva un par de cucharadetas de arroz y la mejicana, jalapeños, chile y Doritos ¡¡dentro de la hamburguesa!!.

¿En serio? ¡Sí en serio!. Espero que pronto incluyan la mallorquina con sobrasada y en lugar de panecillos, dos ensaimadas, y la asturiana, con fabes con chorizo entre pan y pan. La joya de la corona, eso sí, es la hamburguesa SanpeTRESburgo, una hamburguesa triple, sólo para gente con buena gana, que eso sí, en Aragón abundan.

De precio fenomenal, las hamburguesas enormes varían entre 5 y 10 euros y hay una gran variedad. La nota que le pongo, si pides cualquiera aparte de las tres destacadas una lima como la de limar barrotes. Si pides alguna de las tres más gansas, dos limones como dos soles. No se puede mezclar el tocino con el speed, ni tampoco cualquier cosa con una hamburguesa.

Hamburguesería San Petersburgo, C/ San Antonio María Claret, 47-49 <T> Fernando el Católico-Goya, Zaragoza

Consejo embidioso: Aragón tierra de vinos, con cuatro denominaciones y todo lo que quieras, pero si estás en Zaragoza prueba la cerveza local y no oses negar que es la mejor del mundo que hayas probado en la vida. Los nativos te lo agradecerán.


Deja un comentario

Escapada limonera… destino Zamora.

Se ha quedado buena mañana. Bellido Dolfos momentos antes de apuñalar en el corazón al rey Sancho II de Castilla y acabar con el asedio de Zamora.

Hoy nos vamos de tapas por una pequeña ciudad fronteriza que huele a piedra, a arte románico, a vino tinto espeso, a queso viejo de oveja y a traición, a caspa y naftalina, a cera de hachón, a chuletón alistano y a las mejores tapas que en mis cortas tres décadas he probado. Estamos hablando de Zamora, la que no se conquistó en hora.

Catedral_zamora

Llegar a Zamora no resulta fácil. Los nativos te dirán que queda cerca de todo, en plena Ruta de la Plata, entre Braganza y Valladolid, entre Salamanca y León. Paparruchas, la magia de Zamora está en su carácter recóndito y solitario, de frontera, con cierta nostalgia de que cualquier tiempo fue mejor. Una ciudad así es razón para brindar. Si ya has visitado su Catedral, su Castillo, la plaza de Viriato y la plaza Mayor, lo que tienes que hacer es salir de tapas. Sigues por el eje principal, Santa Clara, y cuando llegues al final, a mano izquierda queda la Zona de Tapas.

Yo siempre empiezo en el Bar Caballero en la calle Flores de San Torcuato con un buen figón y unas bravas. El figón es una de las especialidades zamoranas que consiste en chorizo, recubierto de queso y jamón cocido, recubierto a su vez de una masa de harina, cerveza y colorante amarillo de paella. Alguna vez he intentado hacerlo en casa, pero siempre he terminado poniendo la cocina perdida. Las patatas bravas no tienen tanto misterio, pero simplemente están estupendas.

Enfrente tienes el Bar Bambú, especializado en Tiberios, que son mejillones con salsa picante de pimentón y tomate. Puedes también intentar hacerlos en casa, pero nunca te sabrán igual. Si sigues por la calle Alfonso de Castro, tienes El Abuelo especializado en chorizo asado y el Sevilla especializado en calamares y rabas. No son malas elecciones para los que buscan una tapa estándar de toda la vida. En la bifurcación enfrente de la Librería Jambrina, tienes La Casa de los Callos, que como su nombre indica también tiene su especialidad. Generalmente está cerrada, pero a veces incluso abren y puedes probarlos, no pierdes nada por mirar.

Das la vuelta por la Plaza del Maestro y a tu derecha por la Calle Aire puedes volver a Flores de San Torcuato donde está la Tienda de Asún, una tienda de productos y dulces locales como los rebojos o el famoso hornazo charro de la vecina Salamanca. Y allí en la acera izquierda tienes El bar de los pinchitos, donde puedes degustar sus famosos pinchos morunos o una buena ración de cachuelas cocidas. Los pinchos hay que pedirlos que sí (piquen) o que no (piquen). Si dices tres que sí y dos que no, te entienden perfectamente. Si quieres alejarte un poco más puedes acudir al Bar Chillón (C/Diego de Ordax, 8) junto a la Subdelegación de Gobierno y pedir su especialidad de tortilla con salsa, pero técnicamente estarías fuera de la zona de pinchos y a diez largos minutos de distancia. Y si sales por la noche, de cubatas, por la calle de Los Herreros es parada obligatoria el Bar Bayadoliz (C/Herreros 11), y comerte unos cuadrados (sándwich mixto) y unas katxuelax (cachuelas) para poder recuperar fuerzas.

El precio es siempre bajo. Una bebida y un pincho nunca llega a los tres euros, y la calidad y el ambiente es excepcional. Hay que no confundirse y pedir en cada establecimiento la especialidad de la casa, pero basta ver que comen nuestros compañeros de barra para no equivocarse. Por todo ello a la zona de pinchos de Zamora (Flores de San Torcuato) entera habría que ponerle dos limas y media, rozando la perfección.

Consejo Embidioso: Los figones siempre llevan un palillo en medio dentro del rebozado para que se conserven unidos. Quítalo y no te atragantes. Buen provecho


Deja un comentario

Escapada limonera… Destino Ávila.

Ávila, además de contar con una de las murallas medievales mejor conservadas de España, cuenta con fama de tener los mejores chuletones de ternera del país. Sin embargo, poca gente sabe que esta capital castellana tiene muchísima tradición de tapeo. Hoy nos vamos de escapada y os contamos las dos mejores maneras de comerse Ávila.

Los fines de semana a eso de las 12:30 y hasta las 15h los abulenses tienen una gran costumbre de “ir de tapas” por Ávila.  En muchos de los bares y restaurantes de la zona central (dentro de la muralla), puedes pedir una caña o vino con tapa por unos 2€, si recorres un par de ellos…has comido!

Una de las tapas más típicas, ricas y contundentes son las “patatas revolconas”, una especie de puré de patata con ajo y pimentón salpicado con unos unos ricos y grasientos “torreznos”. También puedes encontrarte con sitios como el “Alavirulé” , lugares con una decoración más vintage y moderna, donde tienen tapas desde 0,8€ como las revolconasa 3 euros como las hamburguesas de Avileño Alavirulé o “Anchoas de Santoña con tomate Cherryque estaban muy ricas .

Seguramente, después de haber salido de tapas no tengas el cuerpo para meterte un chuletón entre capa y espada pero siempre es una buena opción de la que nos habla Enma López.

Mucha gente se desplaza a Ávila para comerse un buen chuletón, esto ha hecho que muchos restaurantes creasen menús “Turísticos” donde desde 15 hasta 40€ por persona te ofrecen sopa castellana y patatas revolconas y unos chuletones de calidad variable. No tienen por qué ser una mala opción pero nosotros nos decantamos por ir a tiro fijo… y visitamos un viejo conocido, el Rastro. Primero, chuletón y bebida sale a algo más de 30 euros por cabeza, ocasión especial sin duda… pero que merece la pena.

Los chuletones pesan algo más de medio kilo, es preferible pedirlos poco hechos o te arriesgas a que los camareros te miren mal y, lo que es más grave, a que la carne se seque. Cualquier humano con dos dedos de frente os diría que con uno por pareja es suficiente, pero cuando uno se va a comer un chuletón… debe enfrentarse al trozo de carne en soledad y contra las tradiciones no hay que pelear.

Ir a Ávila es siempre una buena opción, es una ciudad pequeña, manejable y habitable, a la que puedes escaparte, cercana a Madrid y con una cultura gastronómica más que apetecible. Dos limas para el destino y lima y media para el Alavirulé.

AlaVirulé : Calle San Segundo, 40 Avila.

www.avila-alavirule.es

 EL RASTRO: Calle Rastro 1, Ávila. 

http://www.elrastroavila.com/sec-meson


1 comentario

ESCAPADA LIMONERA: Destino Illa de Ons.

Una de las cosas que hay que hacer, al menos una vez en la vida, es visitar el Parque Nacional de Illas Atlánticas, un paraíso escondido en la Costa Gallega. Su estandarte son las islas Cíes, todo lo que pueda decir sobre ellas es poco y, además, va a sonar a amor de hija pero las fotos hablan por sí solas y creedme cuando os digo que su grandeza va mucho más allá de tener la mejor playa del mundo según The Guardian. Pero el Parque no se acaba ahí, Cortegada y Sálvora son dos muy buenas opciones, quizá algo menos espectaculares pero también menos concurridas.

Ons

Hoy nos acercamos hasta la cuarta isla en cuestión, Ons, en la Ría de Pontevedra. Una isla peculiar porque a diferencia de las Cies está habitada, ahora viven unas 80 personas, pero han llegado a vivir allí más de 500 personas, un pueblo en toda regla, vaya. Sus habitantes tuvieron algún que otro problema cuando declararon a su Isla Parque Nacional, pero después de unas cuantas luchas, lograron que se les reconociera como autóctonos y se les permitiera vivir allí. Esto ha hecho que la oferta gastronómica sea mucho mayor que en otras islas y que exista una muy buena alternativa al bocata y la maldición de cargar con la nevera de playa y la ensaladilla.

Llegar a la Isla es fácil aunque no demasiado barato, el barco cuesta unos 14€ por persona ida y vuelta, se puede ir desde Vigo, Bueu y, en algunos casos, desde Portonovo y hay varias navieras que lo hacen, con lo cual los horarios son bastante amplios. Los barcos son estables así que, en principio y biodraminas mediante, nadie tendrá problema con marearse.

Una vez en la isla, lo suyo es hacer alguna de las rutas de senderismo que nos proponen, están super bien señalizadas y se adaptan a todos los estilos. Las vistas son espectaculares.. y aquí viene la maldición de la nevera. Nada como la comida casera pero cargar con la nevera durante toda la excursión puede acabar con los brazos de los más forzudos y hacer que la excursión no se disfrute como es debido.

A la hora de comer tenemos unas cuantas opciones, lo más típico es el pulpo, en esta zona se hace, además de «a feira» en caldeirada, que es un guisillo con ajada realmente recomendable. Sólo tiene una pega, un verano en Galicia puede lograr que te acaben por salir tentáculos.

Después de hacer nuestras investigaciones, ver los menús que ofrecían y los platos que se comía la gente seguimos la recomendación que nos hicieron y fuimos al Chencho. Un restaurante enorme, con una inmensa terraza con unas vistas de infarto, muchísimas mesas, una cocina a la vista más grande aún, una cola respetable y unos camareros tremendamente sobrepasados pero que al final valía la pena.

La carta era mínima y los precios bastante razonables considerando que se enfrentaban a un público cautivo… Después de más de 40 minutos esperando y viendo pasar raciones de empanada nos olvidamos del hambre y lo único que queríamos era poder sentarnos antes de que se les acabasen las raciones… Era una empanada de zamburiñas con pan de maíz, un manjar de dioses que nunca ha trascendido de las fronteras gallega. Según nos contó la dueña la hacen allí mismo y cada día sacan unas 15 empanadas del tamaño de la mesa donde comíamos.. unos 20 m2 de empanada y sin necesidad de un juez de Guinness por allí correteando!

Las almejas a la marinera estaban buenísimas, una ración muy abundante de almeja fina por 10€. Los pimientos de padrón nunca llegaron pero tampoco los echamos de menos… Lo que no se hubiera echado de más sería un camarero extra, al menos para las horas puntas hubo momentos donde aquello era una maratón de paciencia.

Y por último pedimos una ración de lubina salvaje, error, era un bicho espectacular con rodajas del tamaño de un salmón pero al que no supieron sacarle todo su partido, a esos pescados no les hace falta ajo y no se les puede carbonizar la carne, es pecado!… Pero fue fallo nuestro, con unas navajas o una buena ración de pulpo habríamos comido como unos marqueses y por mucho que la ofrecieran, no era un restaurante de delicatessen.

Todo ello con botella de vino tintorro bendecido con gaseosa y empanada de manzana de postre 20€ por cabeza un precio más que razonable. Faltó un poco la atención y sobró un buen rato de espera eso les resta medio limón, pero lo cierto es que, se ganan las dos limas.

Es verdad que hay que sumar el barco y es dinero, pero también creo que es algo que, junto con las Cíes (Estas sí que con bocata) hay que visitar al menos una vez en la vida. Vivimos rodeados de sitios increíbles pero, por alguna razón siempre le damos más valor a las cosas de fuera. Va siendo hora de que abramos los ojos, aunque sea con palillos!


Deja un comentario

Escapada limonera… destino A Coruña.

La presentación del disco “Paradero Desconocido” de Quinito López Mourelle en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) nos dio la excusa perfecta para irnos de escapada hasta A Coruña, ciudad en la que el viento da la vuelta en Riazor y ya no viaja hacia el sur.

Siempre que vamos, es visita obligada subir hasta el Parque de San Pedro. Allí es donde pasamos la tarde del sábado. Está en el barrio de Los Rosales, el parque debe su nombre al monte que lo aloja. Es inmenso, tiene zona de merenderos con barbacoas, zonas dedicadas a los niños con columpios, un laberinto de estilo inglés hecho principalmente con setos , un observatorio (Cúpula Atlántica) que a su vez hace de sala de exposiciones,  césped, mucho césped para poder andar descalzos y unas vistas impresionantes de la ciudad. Cuando vayáis a La Coruña no os olvidéis de visitarlo.

Al día siguiente, después de asistir al magnífico concierto de Quinito y visitar la exposición de Larry Fink – Body and Soul (hasta el 15 de Septiembre), mi amiga María propuso ir hasta Culleredo para comer en una pizzería/hamburguesería un tanto peculiar. Y hasta allí nos fuimos.

Galipizza es un restaurante con muy buen ambiente, acogedor y con muchos detalles decorativos que llaman la atención. Uno de ellos es que han utilizado una báscula, de las que antiguamente había en los ultramarinos, para ubicar los grifos de cerveza de barril. Otro detalle, para identificar las puertas de los baños, han puesto un vinilo del billete de cien pesetas (el que tenía el rostro de Manuel de Falla) para los chicos y otro vinilo, esta vez el de quinientas pesetas (con el rostro de Rosalía de Castro) para el de chicas.

Hay una zona del restaurante que está acondicionada como un vagón de tranvía. Ahí es donde comimos y desde donde observas todo el trajín del comedor principal.

Bueno, a lo que vamos. ¿Por qué Galipizza es una pizzería a la que deberíamos ir?

Su carta (además de comida mejicana, tapas, ensaladas, pasta…) contempla más de 20 variedades de pizza. Están las básicas (Margarita, Cuatro Estaciones…) y las que no pueden faltar (Cuatro quesos, Romana, Vegetal…) pero las que realmente merecen la pena son sus pizzas con ingredientes  típicamente gallegos.

Tuvimos un verdadero dilema a la hora de decidirnos cual elegir. Personalmente me parecen muy buenas propuestas, sobre todo porque lo que pretenden es diferenciarse como pizzería/hamburguesería y ofrecer productos con ingredientes regionales y de muy buena calidad. Para que os hagáis una idea estas son algunas de sus propuestas:

  • Fogar de Breogán: salsa de tomate, queso de Arzúa, San Simón, O Cebreiro y queso de Tetilla (9,60 €)
  • Raxo con grelos: salsa de tomate, queso San Simón, raxo, panceta y grelos (11,10 €)
  • Ovos rotos con gambas: salsa de tomate, queso de San Simón, zorza, patatas y huevos (11,30 €)

Nosotros probamos dos y pedimos que nos la hicieran en una pizza grande, mitad y mitad. Una fue la de lacón con grelos y queso de Arzúa-Ulloa (6,80 €) y la otra la Xacobea con queso San Simón, espárragos, pimientos del piquillo, cecina, vieira y queso de O Cebreiro (7,00 €)

Ver llegar la pizza a la mesa fue todo un acontecimiento. Las hacen con masa artesana, con el grosor justo para que puedas coger la porción y no se te desparrame el queso. Bien horneada y con ingredientes rebosantes (para mi gusto, en exceso).

No me convenció la cecina en la Xacobea. Le da un regusto demasiado fuerte y los demás ingredientes quedan en un segundo plano. Sin embargo la de lacón con grelos la volvería a tomar o incluso la haría en casa para sorprender a algún incondicional de la comida italiana que conozco.

No pudimos salir de allí sin probar las hamburguesas gourmet, yo hubiese probado la platino de buey con 250 gr de carne, con crema de queso de cabra, cebolla caramelizada y pan de hamburguesa casero (7,50 €) pero ya no les quedaba así que la gourmet elegida fue una hecha con 250 gr. de ternera 100% gallega, queso San Simón, grelos,chorizo, pan casero y patatas (7,50 €). La carne estaba jugosa, hecha al punto y muy sabrosa. Los grelos no desentonan. Lo decepcionante fue ver como semejante hamburguesa venía acompañada con patatas  congeladas, en fin…

Como colofón pedimos dos helados italianos en cucurucho (2,20 € c/uno) y café pero hay que especificar que sea de pota para que te lo sirvan así de bien acompañado (aguardiente blanca, de hierbas, licor café y crema de orujo)

Pagamos 8 euros por persona, nos atendieron fenomenal, sus pizzas aparte de ser muy originales, son 100% gallegas, el servicio de cocina es rápido y los camareros están muy pendientes de que no falte nada. Tras la visita a la ciudad, el concierto, la exposición y la comida, no puedo menos que darle a la escapada una lima y media.

GALIPIZZA: c/ Alcalde Electo Carballo nº 22 – Culleredo

http://pizzbur.gl/