De Lima a Limón

Crítica – cítrica


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Nunca llueve a gusto de todos.

Sólo quiero que por un momento recordéis cuales son las tres capitales famosas por creencias cristianas y peregrinaciones: Jerusalem, Roma y Compostela y ahora, extrapoléis estas ciudades a otros grandes puntos de la geografía gallega donde también se rinde culto, sólo que pagano  y sobre todo gastronómico, hablamos de Burela, Carballiño y Ons.

Por supuesto, estos lugares de culto también tienen sus centros de oración ya se llamen restaurantes, tascas, tabernas, «furanchos» y por supuesto, los espacios de nuevo cuño: «cafetería-tapería-loungue-gastrobar». Probablemente, a estas alturas ya tenemos claro cuál es el objeto de culto… efectivamente, el pulpo.

En estos espacios nos encontramos al sacerdote, ese «pulpeiro» oficiante y ataviado con una espécie de delantal-taparrabos que nos debería recordar a las que otrora fueran las casullas de ricas telas adamascadas y excelentes hilos de oro en sus bordados en un ara tapizado de manteles de hule actualizando el papel de la sábana santa y desterrando los de encajes de Valencienne, Brujas, Vichy (no podría faltar por la connotación culinaria aunque nada tengan que ver con las aguas), o Camariñas.

pulpeiros

En este sacro espacio juegan especial protagonismo dos elementos: el plasma enmarcado en pan de oro como el divino sagrario y las pilas de platos de madera apilados a ambos lados de la mesa a modo de candelabros al más estilo español de lenteja, donde el acólito uniformado de camiseta escotada extranguladora de biceps y delantal de vanguardia con mil bolsillos y mil y una cinta colgante pasea las sagradas formas bañadas en oro líquido sobre una patena de PVC.

Todo esto bajo una cúpula de arcos cromados que soportan un palio de loneta exponsorizada por cualquier ambrosía y con su doble cenefa de verdín paralela al balcón del primer piso desde donde los vecinos participan de esta romería urbana donde por misterio las precipitaciones cumpliendo su ciclo del agua acaban regando los balcones , los candelabros, los platos, los trapos, los encajes, el hule, no sin antes deslizarse por el verdín de la lona como hilos de seda invisibles y enriqueciendo ese agua que bautizará el santo grial donde se cuece el pulpo como lo hacían los marineros cuando se preparaban el yantar cuando estaban en marea; con agua de mar como Dios manda.

Todos los parroquianos entre risas de gozo y un éxtasis cuanto menos curioso comulgarán en harmonía emulando a los primeros cristianos en las catacumbas ajenos a eso que podría ser un no tan lejano tribunal de la santa inquisición como el de Sanidad.

Es curioso ver como nunca llueve a gusto de todos y que seamos tan «tiquismiquis» con algunas cosas y ante otras tan obvias nos hagamos los «longuis«, por que esto es extensivo a todos los «altares » ambulantes donde el sol, hormigas, moscas y manos con restos de tabaco forman parte de esa idiosincrasia que confundimos con «enxebre«.*

*En galicia , dícese de lo que se considera sencillo en sus gustos.

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LA ESFERIFICACIÓN CULINARIA

Hace poco, alguien en las redes se preguntaba si estábamos asistiendo al insuflado de una burbuja gastronómica. Yo, sinceramente, creo que sí y, sobre todo, más que a una burbuja gastronómica, a una esferificación en las redes.

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Desde hace unos años, a mucha gente de la que le gustaba salir a comer o a cenar, les han entrado unas ganas locas de realizar en sus hogares, con su gente maja de siempre, las exquisiteces que habían degustado en una velada sin igual, realizadas por su chef favorito y amigo (por que ahora, si no tienes un amigo cocinero de carne y hueso en tu vida eres un mindundi), o por los cocineros o cocinillas mediáticos.

Y de repente todos saben cocinar, ¡y no veas tú como lo hacen! Maravillosamente bien. ¡Además le dan ese toque mundano, terrenal, campechano, cojonudo! Y entonces, ¡hala! A organizar una cenita en casa e invitar a un grupito apañado, para que cuando lleve a la mesa la ensaladilla deconstruida, los demás hagan la ola.

Nos crecemos y gritamos: ¡foto, foto!, venga juntaos todos y que salga la ensaladilla.

-¡Ay!, que con mi móvil no puedo hacer fotos…

-No te preocupes que te la envío al mail o al face…

-Tienes Facebook? pues agrégame o te busco.

Fin de la historia… Fula Nita etiquetó a Menga Nito en una foto en la que aparece una ensaladilla. Pues nada; que esta gente se envalentona y ya quedan para el próximo finde pero claro en la misma casa no, por que no veas como me quedó toda la cocina.

Que sí, que quedan a cenar, van por ahí, por tu barrio, tu ciudad e incluso alrededores y de forma gregaria como si fueran los ángeles de la noche, patrullan enfatizando en sus pasos y peinan la zona, hasta encontrar ese rinconcito con ese encanto en el que habían tomado ese foie con reducción de Módena y que estaba impresionante.

Habría alguno en ese grupo al que no le convencería el método de cocinado y que seguro que mandaría recado por el camarero, para que indicase en cocina que en la mesa X había alguien que controlaba y no estaba contento ( creedme; esto pasa, a un amigo mío que es cocinero le dieron indicaciones en una mesa).

¡Reducción de Módena!, San Lorenzo bendito;si la reducción de Modena está más demodé que un adosado o un tríplex alicatado con plaqueta.  Para mal de males, el vinagre de Módena lo encontramos en el mundo arco iris de los lineales de tu hipermercado de confianza: aceto a la manzana verde, aceto al Pedro Ximenez, aceto al Jerez, aceto a la frambuesa, aceto al limón….(lo peor de todo es que siempre hay algún lechugino que confunde el aceto con el aceite).

-Que es lo que lleva el foie por encima?

-Sal en escamas.

-¿Qué? ¿sal?

-¡En E-S-C-A-M-A-S!

-¡Foto, foto! Esta noche, cuando llegue a casa, me llevo el atracón de subirlas todas al face.

¡SAL EN ESCAMAS! Por favor… Si las estanterías de sal de los supermercados ya parecen tablas de Pantone. Los botes deberían llevar número en vez de ingredientes: sal de camarge, sal gris, sal ahumada en sus dos variedades; roble francés y roble americano, sal de aceitunas negras, con boletus edulis, con limón, con naranja, sal rosa del Himalaya y no nos podemos olvidar de la sal en escamas con chocolate. Comprendo ahora por que antes la gente que usaba sal fina y sal gruesa tenía el ceño siempre fruncido y el gesto antipático; y es que ahora estas sales casi cotizan en bolsa y se cotizan más que una madera de elondo, un palisandro o una buena madera de acajou.

Lo que desconoce casi todo el grupo, es que alguien de él está confeccionando un blog de recetas. Bueno, de recetas y de sus mejores sonrisas.

-Aquí os dejo esta foto de mi corujo a la plancha con su aceite de perejil ¡Patata!

-Te la copio.

-¡Qué pinta! ¡Hummm!

-Esta otra es de chipirones encebollados espolvoreados de perejil picado. ¡Whisky!

-Y aquí estoy yo…el perejil de todas las salsas, que lo mismo valgo para hacer un soufflé que para conducir eventos y enseñar a los más burros a preparar guarniciones con verduritas baby -que ya están obsoletas como el gotelé y los estucados venecianos en los portales de corrala de medio pelo, pero que dan un resultado bárbaro en el plato-.

Y a lo tonto, a lo tonto, pasamos de una argamasa ultracongelada a convertirnos en El Pocero de las redes virtuales, hinchando una burbuja construida a base de pedantería, confundiendo lo exótico con lo obligatorio y la calidad con lo vistoso. Alimentándola a base de etiquetar a amigos del Facebook en fotos de chalotas, o subiendo a Pinterest la foto de esas patatas fritas congeladas, que siguen siendo como cartón pese al gracioso tinte de remolacha.