De Lima a Limón

Crítica – cítrica


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Las 5 fases de las Ferias de la Tapa.

Las rutas de tapas no pueden estar más de moda. No hay ciudad, barrio o incluso calle que se precie que no tenga montada su ruta, su mapas del tesoro y una buena colección de pinchos para servir. Estas rutas son la excusa perfecta para conocer nuevos locales de tapeo, para aprenderse los nombres de las calles y para romper el mito de que las mujeres no sabemos orientarnos con un plano.

Hace un par de semanas estuvimos en Soria, todos los años montan la semana micológica, los bares preparan una tapa al precio de 1,50€ cuyo único requisito es que, entre sus ingredientes, esté algún tipo de seta o de hongo. Fue un triunfazo y después de dos días allí, mapa en mano, creo que pasaría el examen de taxista. Los bares se lo toman en serio, se piensan las tapas y, la mayoría, están muy ricas. Otras son un horror… pero esa es la esencia de todo concurso. Con cuatro tapas comes así que por 10 euros has hecho la noche, has cenado y te has tomado cuatro botellines con lo que te vas dando saltitos de alegría para casa.

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Estas son las buenas rutas, las que conservan la esencia… pero como todo lo que pasa a la categoría de moda, acaba sufriendo un desgaste. Muchos de los bares abusan y provocan lo que los limoneros llamamos… las cinco fases de la ruta de tapas:

1.- La saturación de gente.- Hay una sutil línea entre el ambientillo que a todos nos gusta y el abarrotamiento que agota al santo más paciente. Así que, en vez de ir el día que más te apetece empieza la ingeniería, de modo que haces una matriz donde cuadras las fechas de los partidos de fútbol, la temperatura exterior, la humedad y la sensación térmica, más la alineación de los planetas y decides que el miércoles en la ventana entre las 19:30 y las 21:00 es la única hora en la que puedes ir a Tapapiés y salir con vida.

2.- El Desencanto.- Has conseguido llegar al bar y pedir tu tapa. La has visto en la foto y tiene una pinta de morirse, parece grandecita y solo le falta un cartel que diga “cómeme, cómeme.” Pero amiguitos, la realidad es otra, la rodaja de pan es, en verdad, una loncha de baguete cortada con cortafiambre y, muchas veces, la presentación viene a ser la copia del cuadro de Van Gogh hecha por un crío de cinco años. Y piensas… para esto casi mejor me quedaba con los cacahuetes que me pones siempre con la caña y me ahorraba el euro cincuenta.

3.-La mezcla imposible.- Es comprensible, estos concursos someten a los cocineros a mucha presión. Uno está acostumbrado a hacer una salsa de bravas de infarto pero… con eso no se gana un concurso (o sí). Así que empiezan a innovar y le preguntan a sus hijos qué ingredientes están de moda… y de ahí sale la tosta de foie con queso de cabra y cebolla frita con un crujiente de boletus. Sergi Arola conquistó el mundo con unas patatas bravas… no creo que perdiera un concurso de tapas.

4.- El bocata de McDonald’s. Llevas ya cuatro intentos, sigues teniendo hambre y tu estómago se queja de la mezcla imposible… piensas pero solo se te ocurre una manera de arreglarlo, comiéndote un bocata, en el peor de los caso, del McDonald’s.

5.- El Arrepentimiento.– Así que después de todo decides que nunca máis, que para lo que te has gastado, mejor te ibas de tapas sin ruta, sin concurso y sin mapa del tesoro. Hasta que vas a una bien montada y te reconcilias con el concepto… y ahí es cuando vuelves a caer.

Aún así, aprendamos de la mala experiencia y pensemos en las ferias de la tapa como en las ferias medievales: se peca por exceso, no todas merecen la pena y no por ser lo que son, merecen en sí la pena pero alguna… Todavía se gana el buen nombre.

 

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Una de cine limonero: De Lunchbox y Chef

Hoy nos damos al cine limonero, porque la gastronomía se ha puesto tan, tan de moda que se ha colado hasta en las salas de cine. Y no sólo con las caras y maltrechas palomitas. Ni con los horrendos nachos bañados en esa margarina fundida que llaman queso. Sino como temática principal… los abogados están en declive, larga vida a la gastronomía.

18313-series-headerEn este capítulo, os traemos un megamix de dos pelis. La primera el The Lunchbox, lo que en castellano sería, la tartera, en cristiano el Tupper y en lenguaje de traductor e «interpretador» Amor a la carta. Cine de la India. Bien rodado, con un guión delicioso, realista pero no desgarradora.

La peli nos habla de los Dabbawalas, unos repartidores de tuppers en Bombay, que han llegado a ser estudiados por Harvard como uno de los sistemas de reparto más eficientes del mundo. 5.000 Dabbawalas reparten cada día unos 130.000 Dabbas (tuppers) y su margen de error está por debajo del 1 por millón. Ni Amazon, ni FedEx, ni siquiera, la T4 de Madrid Barajas Adolfo Suárez Aserejé, tienen tanto acierto. Por las mañanas las mujeres hacen la comida, la meten en un tupper, con su portatupper y el Dubbawala de su zona se encarga de que a su marido le llegue a su puesto de trabajo a la hora de comer, calentito. Creo que los fabricantes de microondas están pensando en nombrarlos personas non gratas.

Dicen que los Dabbawalas sólo se equivocan en las películas, y sin ese error, no tendríamos The Lunchbox. Una peli que mientras nos describe dulcemente la soledad, nos hace salivar con unos platos apetitosísimos. Nos hace reir con una tía que es sólo voz en off, capaz de detectar que a un plato le falta una especia por el olor que le llega hasta el piso de arriba y nos hace disfrutar tanto como para que se lleve tres limas.

Por otro lado está Chef. Un cartel de lujo para una peli insípida y predecible como un happymeal. Robbert Downey Jr., Carl Casper, Scarlett Johansson… Una fortuna en cachés para dar vida a un cocinero ahogado entre las cuatro paredes de un restaurante, con peor humor que Chicote y con una familia desestructurada… Podría temer haceros un spoiler, pero el propio cartel de la película te desbarata la poca sorpresa que pudiera tener.

En fin, que me veo a quien vendió el guión…

«- Tengo una peli que lo va a petar.

– y qué lleva?

– Pues lleva… famosos, gastronomía, un chef cabreado, tías buenas, un reencuentro con un hijo, final feliz y muchas, muchas redes sociales.

– Compro.»

Lo mejor que os puedo decir de ella es, que se deja ver, que tiene una banda sonora bien buena… y que yo antes de morir quiero recorrerme medio Estados Unidos a bordo de una FoodTruck.

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HATTORI HANZO… hay vida japo más allá del sushi. (Madrid)

La semana pasada visitábamos la taberna japonesa de Chicote. Hoy seguimos en la misma línea y os llevamos a una Izakaya de verdad, es decir, una taberna de las que nos podíamos encontrar en cualquier rincón de Tokio, pero sin salir de Madrid, es más sin salir del centro más céntrico de Madrid, a dos pasos de Callao.

El sitio en cuestión se llama Hattori Hanzo, coge su nombre de un lider ninja y nos recuerda, inevitablemente, a Kill Bill, la peli de Tarantino. Dentro del local hay un mural con su cara, @luisete, que estuvo en la inauguración nos cuenta como lo pintaron el propio día de la inauguración, por mucho que os lo intente describir… hay que verlo para hacerse una idea de lo mucho que mola.

El local es gigantesco, tiene una zona con mesas tipo taberna y otra, en un salón donde las mesas están a la altura del suelo, tú te sientas en un cojín y hay un hueco para que puedas meter las piernas. Una versión dos punto cero de comer en el suelo y, hay que reconocer, que bastante más cómodo que tener que hacerlo con las piernas cruzadas como en El Arabia. La decoración es fantástica, de esas que consiguen que viajes sólo con entrar por la puerta, eso si tiene unos perversos farolillos rojos que dan mucho ambiente pero hacen que las fotos de los platos de la cena sean una pesadilla.

El servicio es japonés puro, nos atendió una mujer que era pura dulzura, sonreía y sonreía, aunque no conseguíamos entenderle ni la mitad de lo que nos decía. Al final, entre un poco que nos entendimos, otro poco que traíamos estudiado de cosa y otro que dejamos al azar logramos pedir comida suficiente y probar un poco de todo. Por lo que vimos la tarea es bien fácil, pidas lo que pidas, aciertas.

La carta se divide en dos, y no, en ninguna de ellas hay sushi, porque amigos míos, hay vida en la gastronomía japonesa más allá del sushi, y de los yakisobas. En la primera hay platos variados, desde empanadillas japonesas a tortillas imposibles y en la segunda hay yakitoros. En nuestra primera visita nos limitamos a la primera carta pero prometemos volver a catar las brochetas asadas en barbacoa japonesa.

Los nombres son impronunciables y además no escatiman en caracteres, pero hay uno que tenéis que recordar, el Oyonomiyaki, en caso de que no lo recordéis siempre podéis ir a cualquier mesa, señalar con el dedo y decir, quiero eso. 9 de cada 10 mesas lo están comiendo, la una que falta es porque ya lo ha terminado. Es una especie de tortilla de col (coliflor casi me atrevería) que lleva un algo de cerdo por abajo, un festival de salsas por arriba y bonito seco en lascas. Especial, gocho y contundente a partes iguales. Para dos se hace un poco mucho pero la idea de irse sin probarlo, no es una opción.

Los bocatas en pan chino son deliciosos, más pronto que tarde acabaremos aburridos de la burbuja del pan hervido, pero… como por ahora la invasión es sutil, todavía me maravillo con esa cosa blandita, blancucha y que aguanta lo que le metas por dentro, probamos el de panceta y pepino encurtido y… lo dicho, de ese tipo de bocatas el ser humano no tiene límite. Ñam!

Por último, mi debilidad limonera, Buta no Gyoza, empanadillas japonesas, de esas que van al vapor y luego a la plancha. Confieso que soy incapaz de verlas en la carta y no pedirlas, incapaz. Son cien por cien caseras y, lo cierto es que estaban muy muy ricas.

En el postre no lo dudamos y pedimos un Doriyaki, esto quizá también os suene, era la merienda favorita de ese niño ñoño y malvado que tenía un gato cósmico con un bolsillo mágico que todos soñamos con tener, sip, Doraemon. En realidad, no entiendo como después de tantos capítulos merendando doriyakis ese niño todavía conservaba los dientes, eso sí, el nivel de azúcar lo debía tener fuera de control. Una especie de tortita, rellena de Soja roja (como mermelada de alubias con tropezones). Curioso cuanto menos.

Pedimos cerveza y la cuenta salió por unos 15 euros por cabeza, un viaje a japón te sale por bastante más y te ahorras todas las h0ras del vuelo y un incómodo jet lag (efectivamente, es un consuelo barato pero es el mejor que tenemos). La comida es muy auténtica, rica y diferente. El local es muy chulo, el servicio es amable, su CM es majete y la apuesta vale la pena. Fui hace un par de semanas y no he parado de recomendarlo… eso significa, necesariamente, que se lleva otras tres limas.

Un último aviso, si vais, reservad!

Dirección: Calle Mesonero Romanos 15, 28004 Madrid.

Teléfono: 917 865 780.

Webhttp://www.hattori-hanzo.com.es/

 


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Escapada limonera a Rota. (Cádiz)

Hoy nos vamos hasta el sur del país, concretamente nos escondemos en la provincia de Cádiz y tomamos Rota como campamento base. En próximas ediciones os llevaremos hasta Bolonia y Caños de Meca, dos de las playas más maravillosas de este país, pero hoy nos quedamos en el propio pueblo que da para ríos de zumo limonero.

Rota es un pueblo singular que vive de dos cosas, el turismo paraíso de jerezanos y sevillanos y una base americana que se plantó allí allá por los años 50. Gastronómicamente hablando ambas cosas son muy relevantes… Triunfa la comida rápida, el tapeo y la deshora. Qué obvio diréis… Pues no tanto.

Esto de que el desayuno es la comida mas importante del año es una cosa que en este pueblo se toman muy en serio, lo mejor que puedes hacer por la mañana es darle vidilla a un mollete con jamón y café con leche en vaso, los mejores están en el Gomez (alias GomeS), un bar de pueblo donde sirven molletes y guatangas (con pan de barra) para un regimiento. De ahi a los churros (gordos y finos) aunque sea necesario regatearles el azúcar y tengas que aguantar que te miren raro y a las tostadas con manteca (blanca, colorá y la zurrapa de lomo) el sueño de un nutricionista.

Rota es, sin exagerar el pueblo del mundo con más pizzerías. Ni italia ni la little italy niuyorkina. Y no son pizzerías cualquiera, son pizzerías roteñas, hacen una cosa de masa fina crujiente, formato galleta con mogollón de queso (a la que luego le echan doble de queso), a veces le echan hamburguesa… Que viene a ser carne picada y, finalmente, el sello de identidad roteño, la mayonesa! La pizza siempre llega a la mesa acompañada de un buen arsenal de bolsitas que siempre se les acaba quedando corto.

Hay que reconocer que es una cosa barata, por 7 euros tienes una pizza familiar de la que comería un séquito de dos padres, dos churumbeles y una abuela, porque la pizza en este pueblo es intergeneracional.

La influencia americana tiene sus cosas buenas, el Casa Texas Mexico es uno de los mejores restaurantes de Tex Mex de toda España. No, nunca competirá en la liga del Mejor Mexicano pero hay que reconocer que esta comida basada en mezclar la mayor cantidad de sabores del mundo tiene su punto. En que lugar de España puedes encontrar una Cobb salad? Cualquier cosa que pidas estará buenísima y hará que salgas rodando. Con una jarra de margarita de fresa (algo más de diez euros) la experiencia será total. Una gochada super satisfactoria y más que recomendable.

Y por último el mundo tapa, vayas a donde vayas encontrarás arranque (único en Rota), una especie de gazpacho con tanto pan que se come con tenedor. Buena ensaladilla, unas albóndigas de choco bastante decentes y, como no, pescaíto frito, aunque para comer pescaíto, lo mejor es cogerse el vaporcito e irse de excursión limonera a Cadiz.

En Rota no hay horas ni tiempos, la vida es tranquila y eso lo hace un lugar perfecto para desconectar del mundanal ruido, el emblema del Ayuntamiento (y esto no es broma) es «sin prisa, sin pausa» toda una declaración de intenciones. Un lugar perfecto para descansar pero donde si quieres el salero…. Mejor te levantas, vas a la barra y te lo traes contigo, venir vendrá pero pero a la ración de chocos ya le habrán salido dientes y estará empezando a hablar.

 


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La cocina de la Moncloa.

Hoy estrenamos una nueva sección en el blog, reseñas gastronómicas… abrimos horizontes, salimos de los restaurantes y nos acercamos al maravilloso mundo de los libros y el cine. Para empezar, arrancamos con un título de altura: La Cocina de la Moncloa, de Julio González Buitrago.

(ALERTA, ALERTA) Esta reseña tiene mogollón spoilers. No llegan al nivel de el barco se hunde del Titanic, pero se quedan cerca.

El amigo Julio ha sido jefe de cocina de La Moncloa durante 32 años, ha tenido que aturar a cinco presidentes y a sus familias, esto así contado puede parecer fácil, pero una vez que lees el libro te parece que, en comparación, la esferificación de parmesano de Master Chef es una chorrada. El caso es que después de tanto tiempo, y una vez que ha soltado el mandil, el buen hombre ha decidido que tenía una vida que contar y ha escrito un libro.

No podemos negar que el Cocinero es un buen tipo, consigue hablar bien de todo el mundo (aunque a veces se nota que le cuesta) las exigencias de Ana Botella las llevaba mal, y el «extremo sanismo» de Sonsoles Espinosa creo que lo llevaba aún peor. Este hombre y las dietas, las carnes a la plancha y eso de que no le dejen lucirse en la repostería, porque nada mejor que un buen kiwi, no lo terminaba de entender.

Al principio nos cuenta su vida, sus periplos desde su pueblo toledano de Sotillo de las Palomas en Talavera de la Reina hasta la capital y su paso por chopocientos restaurantes. Que el hombre tiene pasión por la cocina es un hecho, se desprende de cada una de las palabras que escribe, de eso y de que parece que como le gustaba tanto lo de cogerse días libres era un lujo totalmente prescindible. Así le agradece tanto a su mujer… esa señora es una santa!

Después llega a La Moncloa, un poco de rebote, quizá como todos los que acaban allí en algún momento. Y nos empieza a contar los ajetreos, la coordinación con la Zarzuela porque qué va a ser esto de que te den de comer y de cenar perdices que lo de ser felices sí, pero lo de la variedad de la dieta es algo indiscutible y… por fin, entre batallita y receta de pularda, llega la parte interesante, los marujeos de los expresidentes.

Todo tiene un airecillo rancio, no nos vamos a engañar. El marido dirige el país y la mujer dirige la casa, coordina los menús, elige los manteles… todo hasta que llegó Carmen Romero, la mujer de Felipe González que decidió que ella no dejaba el instituto por nada del mundo y que ya que estaba, casi que se preparaba las oposiciones y claro, eso no da para andar eligiendo entre pasteles de carabinero o alcachofas rellenas.

Entre mis anécdotas favoritas, la del Rey (viejo) con antojo de huevos fritos con patatas y vino peleón y el drama del cocinero preocupado por si en las bodegas del Palacio habría una botella que mereciera ese calificativo. La imagen de Zapatero comiendo almendras fritas a todas horas de botes desperdigados por todas las instancias. La de Aznar adicto perdido al helado de café «jaguendás» o la de Felipe robándoles la cocina para hacer dentones al horno.

Otro de los grandes dramas lo protagonizó Ana Botella que llegó a despedir a un cocinero por emperrarse en hacer arroz a banda con cebolla, eso y ya la famosa tortilla cuajada con patata crujiente. Los imposibles culinarios para la reina de las peras y las manzanas no existen.

Otra fantástica, la de Helmut Kohl cambiando su plato por la fuente de leche frita y las montañas de comida que prepararon para que no acabase como en su última visita, haciendo una parada en el casa Labra para comerse un cocido antes de meterse en la cama.

En resumen, un libro con anécdotas graciosas que nos hablan de la historia de nuestro país, recetas grandilocuentes pero no imposibles de hacer, donde las niñas son buenas y cariñosas y los niños… los niños están ahí y el pollo es un animal en extinción. Larga vida a la pularda!

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Mitos y realidades de la empanada gallega.

Esto de las empanadas es una de esas cosas que parece más simple de lo que realmente es. Llevo media vida fuera de Galicia y llevo esa misma vida reivindicando la empanada de verdad porque amigos míos, la empanada de verdad no es de bonito con tomate y huevo duro. En realidad, es de casi cualquier cosa, menos de atún con tomate y huevo duro.

A la empanada le ha pasado un poco como al pan, cada vez es más difícil encontrar una buena, las panaderías se han industrializado y venden cebolla semicruda en pan arrojadizo. Un horror capaz de repetir durante tres días consecutivos y proporcionarte calorías suficientes para aguantar un invierno en la cueva.

Partiendo de la base de que hay tantas empanadas como cocineros barra as, las preparen podríamos dividirlas en dos, pan de trigo y pan de maíz o de millo para los amigos (de esta os hablamos en nuestra visita a las Illas de Ons), la de maíz es menos frecuente, algo más difícil de preparar y bastante más difícil de comer porque se desmenuza pero, sin duda es mi favorita. Y luego está la de hojaldre que es un invento extraño que sólo triunfa rellena de jamón y queso y en los cumpleaños infantiles.

Dentro de las de trigo está el abismo, pero volvemos otra vez a la masa gorda y la masa fina. Las hay que con un trozo estás alimentado… y las que te podrías comer la empanada entera. Las hay secas, aceitosas, crujientes, gomosas… y casi todas tienen su punto, sus seguidores y sus detractores.

Con lo de la Zaragallada (relleno) hay para escribir una enciclopedia. Quizá la más tradicional y, sin embargo, más reciente (ha llegado al gran público hace, como mucho, cuatro años) es la de grelos con chorizo o la de cocido (con patata y todo) del interior de Galicia. Están las típicas de carne, bonito (sin tomate) y bacalao con pasas. La de zorza, que de todas es la única que no lleva una montaña de cebolla o las modernas con algas y tofu.

Una de las mejores empanadas del mundo. La de Miguel Oliveira.

Una de las mejores empanadas del mundo. La de Miguel Oliveira.

Y luego, las impresionantes, las que definen una cultura, las que hacen que te preguntes en qué diablos estaban pensando cuando las empezaron a hacer y que, sin embargo se siguen haciendo: son las de berberechos (croques) con cáscara, la de pollo y conejo con huesos o la que se hace con el pescado entero.  Ese momento de comida campestre, con mantel de cuadros, comida para un regimiento y una empanada con bultos en el centro y los gritos de… yo quiero el de la derecha que quiero que tenga Currusco (borde) y muslo son impagables. Ver como desmontan la empanada y se pringan para poder quitarle el hueso al animal también tiene su cosa… aunque, como todo hay que decirlo, el sabor no tiene punto de comparación.

La empanada es una cosa muy de casa, que compite con la tortilla en el campeonato mundial de «la mejor es la de mi madre«. Como os decía al principio, fuera de casa, cada vez es más difícil dar con una buena, pero aún así se encuentran… y se extienden como leyendas urbanas y todo el mundo conoce y ha oído pero llegado el momento, casi nunca saben recomendarte donde la puedes comprar. Es algo así como el Dorado.

En todo caso, de pan de millo, de trigo, negra como el choco, con tajadas, cáscaras o espinas… si tienes la suerte de dar con una buena empanada no la olvidarás, es un placer de tres limas. Y para terminar… una petición limonera, por favor, experimentad!!! La empanada es comida de aprovechamiento, utilizad lo que tengáis por casa hay vida más allá del atún con tomate y qué vida!


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Escapada limonera a los Cristianos (Tenerife)

Visitar amigos es algo que siempre vale la pena estén donde estén, pero hombre… si están en Tenerife, como que el aliciente es siempre un poco mayor. Así que aprovechando uno de los bonitos puentes del mes de mayo nos cogimos un vuelo Ryanair hasta la isla y saldamos la deuda de nuestra visita pendiente. (Si es que te somos de un sacrificado….)

Nuestros amigos limoneros viven en Los Cristianos, al sur de la isla. Pese a eso y, por necesidades del guión, volamos a Tenerife Norte, las distancias en las islas son una cosa bastante relativa, léase, el aeropuerto está lejíiiiisimos, pero del norte al sur se tarda poco más de una hora. La misma hora que se tarda en llegar a Barajas desde el centro de Madrid.

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Volar con Ryanair tiene sus cosas, la primera es la psicosis que crean con la maleta, tienen unos cajetines miniatúricos donde tiene que caber la maleta. La mayoría de las maletas que nos venden como equipaje de mano, no caben y se traduce en que te facturan la maleta y te cobran unos 40 euros de castigo (allá fue todo el ahorro). Eso hace que en la cola de embarque la gente esté nerviosa y vestida como si fuera a volar al polo. Con toda cuanta ropa le cabe encima.

Una vez que superas este drama llega el espectáculo, Ryanair es lo más parecido que hay a la teletienda en aerolíneas, no callan durante todo el vuelo (excepto en las horas legales de silencio) y te venden de todo: Rascas y ganas y calendarios benéficos, perfumes, regalos, comida… pero te lo venden en modo mercadillo «Mary, que me lo quitan de las manos». En el último vuelo el azafato llegó a decir compren la lotería, ganen y den la vuelta al mundo y si no tienen con quien ir, llévenme a mi. Pues así todo.

Aunque lo mejor sin duda es la trompetilla que significa que han llegado a tiempo. Eso y la puta manía de la gente de aplaudir al aterrizar como si durante el vuelo con tanto anuncio hubieran perdido la esperanza de llegar a tierra sanos y salvos.

El tema, que nos despistamos, Canarias es un lugar que no se vende todo lo bien que debería. Resumen todas sus lindezas en un sol y playa, que es verdad, pero no sólo. Canarias es un paraíso, lleno de naturaleza, de vida, de fiestas, de animales. Tenerife es el segundo mejor lugar del mundo para observación de cetáceos. Que haya tenido que ir allí para enterarme…

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La gastronomía canaria es otra gran desconocida, nop, los canarios no se alimentan en exclusiva de plátanos, aunque haya palmeras plataneras por doquier. Comen papitas arrugás con mojo picón verde y rojo, queso blanco a la plancha, croquetas de plátano… un mogollón de cosas ricas que, por desgracia, en los sitios tan turísticos como los Cristianos, no abundan. Está invadido de jubilados con pelo blanco y camisas de flores que se alimentan a base de «garlic bread y lasagna».

Tenerife tiene un montón de influencia venezolana, eso hace que otro de sus platos típicos sean las arepas. Una delicia en versión fritanga. La Catirita es una de las areperas (que no areperías) más auténticas que podéis encontrar en Arona.  Tienen una carta inmensa.. aunque nuestra favorita fue la de carne mechada. La de chorizo perro (típico canario y similar a la sobrasada) y queso es imprescindible probarla… aunque ya os aviso que comeréis durante el resto del día, y la de guayaba y queso en forma de postre es deliciosa.

Tenerife

En el sur de la isla es donde está el mayor atractivo natural, el Teide, el pico más alto de España, y el tercer mayor volcán del mundo. De entrada puede parecer que un volcán tiene poco para ver… pero qué error!!! Es alucinante, el paisaje es muy diferente a cualquier cosa que hayas visto, entre otras cosas, porque a cada curva es diferente entre sí. El juego de la presión también es muy divertido, las bolsas al vacío se inflan al subir… y las botellas que has abierto en la cumbre se estrujan al bajar. Todo un juego científico para los que vayan con críos.

Y luego está la parte acuática, en términos de buceo es una gozada. Puedes encontrar tortugas, rayas y mil peces de colores.. y si coges un barco (unos 15 euros por persona) puedes hacer una excursión de dos horas para ver ballenas y delfines. No son enormes pero son igualmente bonitas e impresionantes.

Para la parte gastronómica mejor quedarse en Santa Cruz donde los autóctonos todavía deciden. Para todo lo demás cualquier parte de la isla tiene su encanto. Un paraíso natural donde, aunque parezca imposible, resulta super fácil escapar del turismo masificado y encontrar un rincón donde reconciliarte con el mundo.

 


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Algo más que comida… cinco restaurantes peculiares.

Ahora que la cebolla caramelizada nos ha invadido, que la «burrata» o su prima lejana aparece en las cartas como setas y que la carne de Kobe no es un secreto ni para el bar Manolo esto de diferenciarse está más complicado que nunca.

Los locales compiten por ser el más «cool«, el más «Kitsch» y el más «vintage«… atraer a hipsters, gastrohunters y demás fauna tiene su intrínguilis. Mi abuela siempre decía aquello de «si es que ya no tienen qué inventar» pero ya sabemos que es mentira, igual que todo puede ir a peor, Oh Señor Murphy ten piedad de nosotros, también sabemos que la capacidad de inventar y reinventar del ser humano es infinita.

Buena prueba de ello son los nuevos restaurantes que están surgiendo en el mundo mundial, incluso algunos de ellas ya han llegado hasta la Capitol City Española. Aquí va una lista de los cinco más peculiares… no están todos los que son pero sí son todos los que están.

Empezamos por los restaurantes en silencioEl primero que se ha dado a conocer está en Nueva York, la zona cero de la mayoría de estos experimentos. Se trata de un restaurante normal que una vez al mes organiza una comida en silencio, por 40 dólares el chef te sirve un menú cerrado de cuatro platos que espera que disfrutes con los cinco sentidos… nada de andar comentando con el compañero de mesa, como mucho… gestos.

La idea se le ocurrió al hombrecillo tras pasar una etapa con unos monjes budistas que tenían voto de silencio. Hay que reconocerle que tienen papeletas para que organicemos allí la próxima comida de navidad, os imagináis una reunión familiar sin gritos entre los cuñados?

Y en la línea del silencio surge este restaurante en Ámsterdam, donde sólo encuentras mesas de uno. Al parecer, la dueña estaba cansada de comer sola en restaurantes y sentirse un bicho raro… eso que los angloparlantes definen como la diferencia entre estar «alone» y sentirse «lonely» y lo solucionó tirando por el camino de en medio, creando un restaurante donde sólo hay mesas individuales.

Aquí comer cuesta 35 euros, y también te dan cuatro platos… lo que no nos queda claro es si está permitido hablar con el de la mesa de al lado. Yo ya me lo imagino, encuentras al amor de tu vida en la mesa de enfrente y nunca podréis hacer eso tan peliculero de volver al restaurante de la primera cita, al menos, no sentándoos en la misma mesa.

Otro de los restaurante peculiares son los nudistas, claro está que habiendo pueblos nudistas, tendría que haber restaurantes. Estos no tienen menú cerrado y los hay de todo tipo, lo único importante es que debes acordarte de llevar un pañuelo de seda para poder sentarte sobre él… la higiene ante todo. Eso y que, por el mismo motivo, los camareros son los únicos que tienen permitido ir vestidos.

Y como restaurantes curiosos tenemos los relacionados con las mascotas… desde los pet friendlys donde Boby es más que bienvenido e incluso recibe una galleta al nivel superior… los restaurantes para perros. El Belly Rub Cafe está en Kinston y fue montado por un veterinario que nunca llegó a ejercer porque después de haber terminado la carrera descubrió que tenía ailurofobia, que en cristiano viene a ser, tener un miedo irracional a los gatos. Muy lógico todo.

Pero lo importante, aquí los perros se sienten como reyes, camareros humanos les sirven e incluso beben en copas, lo mejor de todo es la programación de la tele del restaurante, desde Lassie a Rex pasando por Rin Tin Tin, héroes caninos de primer nivel.

Y rematamos con el nuevo furor japonés, que se extendió a las américas y ha llegado hasta Madrid, las Gatotecas, o los Cat Café. Un lugar donde pagas entrada y tienes derecho a una consumición y a adoptar a un gato un ratito… acariciarlo y darle de comer.

La idea viene de que en japón lo de tener mascotas en casa no es tan sencillo así que crearon estos lugares donde podías compartir un animalillo… Qué queréis que os diga, la idea de esos pobres bichos sobados y cebados a mí, me da que pensar. Todo sea por copar un nicho de mercado… y arañar unos clientes. Mau!

Delima


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El timo de la comida en los aeropuertos… de tres limones.

Recuerdo que hace unos años, no muchos, antes de que Ryanair y el concepto low-cost aterrizase en nuestras vidas viajar en avión era un lujo al alcance de unos pocos. Después la cosa se fue popularizando y, la verdad, es que cada vez es más difícil encontrar a quien no ha volado nunca.

Pero los lujos voladores siguen existiendo… antes venían en forma de vuelo y ahora vienen en forma de bocata malo de chorizo de Pamplona a precio de caviar con trufa negra. De hecho, cada vez es más normal ver como el viajero abre su mochila y saca su bocata de pan artesano hecho en casa diez, veces más rico y quinientas veces más barato.

Un aeropuerto es el lugar perfecto para sablear al pobre comensal. Estás encerrado entre cuatro paredes acristaladas, generalmente tienes hambre y si no tienes hambre, tienes horas muertas que acabas matando buscando algo para comer. El hecho de que el McDonnalds sea, prácticamente siempre, la mejor opción calidad precio es el indicador perfecto de que en los Aeropuertos la cosa no va bien.

En casi todos los aeropuertos del mundo la cantinela se repite, los precios se triplican, la calidad se ve enlatada (cuando no desaparece), en muchos de ellos la moneda local no circula (Marruecos, Túnez…) y el agua se convierte en un bien de lujo. Esto explica por qué los duty-free tienen tantísimo interés en la seguridad de los pasajeros.

En Madrid, un sandwich prefabricado vegetal con huevo cuesta 6 euros, un mini tupper de crema de calabaza 5,50€, una ensalada de espinacas mini 7,50€, un cafe con zumo y croissant 7,50€… ya sabéis calidad inmejorable y precios populares. Esto, por no hablar de los magníficos menús, el de la foto de las patata bravas, medio pollo picantón y una Cocacola por 17,95€ prometo que me llegó al alma de limonera.

Los precios

Los precios

Efectivamente, el tema se nos ha ido de las manos y nos hemos vuelto locos, pero es que si al menos estuviera rico… Una de las últimas veces optamos por una pizza con ensalada… tenía buena pinta, costaba un riñón pero había que comer, la sorpresa vino en forma de pizza taglio recalentada con masa chicle y ensalada de lechuga iceberg. Ni rastro de la pizza de leña rellenita que prometían ni de las jugosas hojas verdes…

y el la realidad...

y la realidad…

Con esto de la reforma de la T4 la cosa se ha puesto imposible, lo más duro ha sido ver como los buenos de AENA sacaban esto en nota de prensa: «De esta forma, los visitantes podrán conocer la oferta gastronómica de los aeropuertos caracterizada por la variedad, ya que se adapta a todos los bolsillos y abarca desde el típico concepto de sándwich-bocadillo, hasta el concepto de «cocina de autor», pasando por la clásica tapa, menú del día o ración.»

Bien es cierto que en lo de la variedad no miente, sobre todo desde que el Kabuki (cocina de autor) ha sacado una línea de sushi prefabricado que vende Pescanova en barqueta, ahora, lo de todos los bolsillos sólo tiene una respuesta posible y es darles, sin que nos tiemble el pulso, tres limones.


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Comida Coreana… kimchi y más.

Todo el mundo ha comido alguna vez en un restaurante chino, muchos han comido en un japonés, algunos en un tailandés… pero la comida coreana sigue siendo una gran desconocida. Hoy en De Lima a Limón os desvelamos parte del misterio o, al menos, os metemos el gusanillo en el cuerpo para que os escapéis a alguno de los restaurantes coreanos que hay en nuestro país para probar alguno de sus impronunciables e intrasncribibles platos.

Hace unos meses cuando probé la comida coreana por primea vez alguien me dijo… «no sé como es, pero me juego la cabeza a que lleva fideos, verduras y carne cortada en tiras» y la verdad es que acertó, lo cual me alegra porque, a diferencia de la Reina de Corazones, ver rodar cabezas no es una de mis aficiones favoritas. La comida asiática tiene muchas cosas en común y esta es una de ellas, el arroz es otra y la presencia de verduras al dente, probablemente la definitiva. Sin embargo, y con todos sus parecidos, cada una tiene su propia personalidad, sus ingredientes favoritos y sus diferencias.

La cocina coreana tiene un rey indiscutible, el kimchi, además de ser un nombre simpático apto para cualquier  superhéroe de dibujos animados es verdura fermentada, generalmente, col a la que se le añaden cosas como ají, extracto de pescado, ajo, cebolla… Empezó siendo una forma de conservación de las verduras para sobrellevar el crudo invierno Coreano y se convirtió en la base fundamental de su alimentación. Es un sabor intenso al que hay que acostumbrarse, para los amantes de los alimentos con propiedades es el producto total: antioxidante, anticolesterol y pro-defensas.

Se puede comer kimchi prácticamente de todo, el restaurante Gayagum (Tulipán) de Madrid es un buen lugar para probarlo, Lo sirven en platitos pequeños y cuando ven que se te está acabando sin necesidad de decirles nada, te traen más. Cuando estuvimos nosotros probamos el de pepino, calabacín, acelga, espinacas, nabos, raíz de loto… y obviamente col. Lo ponen en la mesa nada más comenzar pero si aceptáis un consejo… esperad a que venga el resto de la comida y utilizadlo de acompañamiento, para comerlo solo se hace un poco excesivo.

Además del Kimchi probamos la ternera a la coreana, o Galbi, son trocitos de ternera que han sido macerados en soja, azúcar, vino y algunas especias, después la sirven a la brasa o saltada. Está buenísima! En Arisu la tienen en su menú del día de 11,90€, sin duda es la mejor opción de los segundos, los tallarines con verduras son bastante insulsos.

Otra cosa curiosa de los coreanos es que comen fideos de batata, un producto super gelatinoso y escurridizo, transparente cual medusa y bastante difícil de comer con palillos, pero muy adictivo. La primera «ganchillada» la comes con recelo… pero acabas rebañando el plato. Y por último, la sopa… que esta gente la toma como si fuera el postre, al final de la comida.

En términos de restaurantes Arisu es más fino y su comida está más occidentalizada, quizá para probarla sea la mejor opción. El Gayagum es más casero, más de andar por casa y por tanto, más auténtico (con sus virtudes y defectos), habiendo probado de todo la cuenta fueron unos de 15 20 euros por persona.

Quizá no se convierta en vuestra comida preferida pero, os puedo garantizar, que vale la pena probarla y casi seguro que repetiréis. Y por último… no podemos terminar esta entrada sin enlazaros un blog curioso de un valenciano en Corea del sur y sus diez platos coreanos favoritos: Paella de Kimchi. A Kimchiar se ha dicho!