De Lima a Limón

Crítica – cítrica


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STREETXO… Tres limas de comida callejera en ocasión especial.

Hay tipos que caen bien a primera vista, David Muñoz es uno de ellos. Meterse en el mundo de las pijérrimas estrellas Michelín con cresta, pendientes y echando la lengua tiene su mérito y hacerlo tres veces ni os cuento. Su energía, sus ganas de trabajar, de romper moldes, de disfrutar, de comerse el mundo se notan a leguas y sobre todo y lo más importante, se transmiten. Hoy limoneamos el hermano callejero del DiverXo, el StreetXo y no podemos estar más exultantes.

La primera vez que escuché que estaba en la 9ª planta del Corte Inglés de Callao (el universo de la tienda viejuna y los techos bajos) no daba crédito y la verdad es que por muchas fotos que te enseñen, hasta que lo ves en persona, no te haces a la idea de lo que allí se esconde. El Espacio Gourmet es un lugar que vale la pena visitar, incluso de turismo o para tomar un café, las vistas nocturnas de Callao y la Gran Vía enamoran a cualquiera y la oferta gastronómica es espectacular.

StreetXo es una barra roja con forma cuadrada, en el centro seis cocineros, elegidos a la imagen y semejanza de David, crean arte en tiempo real. Imaginaos cómo será la comida para que no te importe que se sirva en papel encerado, los cubiertos sean de plástico (algo bastante inasumible), la música esté a todo volumen y se coma, en la mayoría de los casos, de pie entre codazos.

StreetXo

Pese a las prisas nada impide que los cocineros, encantadores se giren y te cuenten a una velocidad supersónica qué es lo que vas a comer, cómo va cocinado y cómo se come… generalmente con la manos y chupándose los dedos.

Después de darle muchas vueltas a la carta donde nada tiene especial buena pinta pero todo esta megabuenísimo, probamos la caballa a la brasa Yozu-Miso (12€). Bonito ahumado y cebolla encurtida. Los lomos estaban hechos en el fuego del wok y la mezcla con las huevas de trucha, el ácido-agrio del Yozu-Miso y el toque de la cebolla encurtida era explosivamente buena. El Bonito ahumado servido en lascas finísimas cual si fuera boniato merece mención aparte.

Probamos un Ramen agripicante de pata negra, yema de corral y pimentón de la vera (13€). Una montañita de noodles con yema de huevo forrada con cabeza de jabalí, con cilantro y bañada en un caldito de pata negra con un toque de kimchi que había que deshacer y comer en modo sopa con tropezones como buenamente se pudiera. Quizá lo que menos nos gustó y lo que no recomendaría pero delicioso en todo caso.

La Navajas al humo de aceite de oliva y carbón. Ponzu de shiso y crema de coco (6€) eran lo más rico que he probado nunca, esa noche soñé con ellas y no descarto pedirles matrimonio.

Y por último quizá lo mejor, los Dumpling pekinés. Oreja confitada y hoisín de fresas. Alioli y pepinillo (10,50€) . Madre de dios! Menos mal que no me gusta demasiado la oreja porque sino aún no habría salido de aquel lugar. Lo malo de los dumplings es que crean adicción ya os lo advierto.

Habiendo bebido vino (4€ la copa) la cuenta salió a 28 euros por cabeza.  No es barato pero tampoco es ninguna locura, los platos dan para comer, los sabores son muy intensos y lo más importante es que no sólo comes sino que disfrutas de un espectáculo gastronómico sin comparación. Ese día el plan es ir a cenar y el show es de tres limas.

Consejo limonero: Allí no se reserva así que id pronto y a ser posible, entre semana. La oreja sí pero los codos no le quedan de todo bien a los dumplings pekineses.

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ESCAPADA LIMONERA: Destino Illa de Ons.

Una de las cosas que hay que hacer, al menos una vez en la vida, es visitar el Parque Nacional de Illas Atlánticas, un paraíso escondido en la Costa Gallega. Su estandarte son las islas Cíes, todo lo que pueda decir sobre ellas es poco y, además, va a sonar a amor de hija pero las fotos hablan por sí solas y creedme cuando os digo que su grandeza va mucho más allá de tener la mejor playa del mundo según The Guardian. Pero el Parque no se acaba ahí, Cortegada y Sálvora son dos muy buenas opciones, quizá algo menos espectaculares pero también menos concurridas.

Ons

Hoy nos acercamos hasta la cuarta isla en cuestión, Ons, en la Ría de Pontevedra. Una isla peculiar porque a diferencia de las Cies está habitada, ahora viven unas 80 personas, pero han llegado a vivir allí más de 500 personas, un pueblo en toda regla, vaya. Sus habitantes tuvieron algún que otro problema cuando declararon a su Isla Parque Nacional, pero después de unas cuantas luchas, lograron que se les reconociera como autóctonos y se les permitiera vivir allí. Esto ha hecho que la oferta gastronómica sea mucho mayor que en otras islas y que exista una muy buena alternativa al bocata y la maldición de cargar con la nevera de playa y la ensaladilla.

Llegar a la Isla es fácil aunque no demasiado barato, el barco cuesta unos 14€ por persona ida y vuelta, se puede ir desde Vigo, Bueu y, en algunos casos, desde Portonovo y hay varias navieras que lo hacen, con lo cual los horarios son bastante amplios. Los barcos son estables así que, en principio y biodraminas mediante, nadie tendrá problema con marearse.

Una vez en la isla, lo suyo es hacer alguna de las rutas de senderismo que nos proponen, están super bien señalizadas y se adaptan a todos los estilos. Las vistas son espectaculares.. y aquí viene la maldición de la nevera. Nada como la comida casera pero cargar con la nevera durante toda la excursión puede acabar con los brazos de los más forzudos y hacer que la excursión no se disfrute como es debido.

A la hora de comer tenemos unas cuantas opciones, lo más típico es el pulpo, en esta zona se hace, además de «a feira» en caldeirada, que es un guisillo con ajada realmente recomendable. Sólo tiene una pega, un verano en Galicia puede lograr que te acaben por salir tentáculos.

Después de hacer nuestras investigaciones, ver los menús que ofrecían y los platos que se comía la gente seguimos la recomendación que nos hicieron y fuimos al Chencho. Un restaurante enorme, con una inmensa terraza con unas vistas de infarto, muchísimas mesas, una cocina a la vista más grande aún, una cola respetable y unos camareros tremendamente sobrepasados pero que al final valía la pena.

La carta era mínima y los precios bastante razonables considerando que se enfrentaban a un público cautivo… Después de más de 40 minutos esperando y viendo pasar raciones de empanada nos olvidamos del hambre y lo único que queríamos era poder sentarnos antes de que se les acabasen las raciones… Era una empanada de zamburiñas con pan de maíz, un manjar de dioses que nunca ha trascendido de las fronteras gallega. Según nos contó la dueña la hacen allí mismo y cada día sacan unas 15 empanadas del tamaño de la mesa donde comíamos.. unos 20 m2 de empanada y sin necesidad de un juez de Guinness por allí correteando!

Las almejas a la marinera estaban buenísimas, una ración muy abundante de almeja fina por 10€. Los pimientos de padrón nunca llegaron pero tampoco los echamos de menos… Lo que no se hubiera echado de más sería un camarero extra, al menos para las horas puntas hubo momentos donde aquello era una maratón de paciencia.

Y por último pedimos una ración de lubina salvaje, error, era un bicho espectacular con rodajas del tamaño de un salmón pero al que no supieron sacarle todo su partido, a esos pescados no les hace falta ajo y no se les puede carbonizar la carne, es pecado!… Pero fue fallo nuestro, con unas navajas o una buena ración de pulpo habríamos comido como unos marqueses y por mucho que la ofrecieran, no era un restaurante de delicatessen.

Todo ello con botella de vino tintorro bendecido con gaseosa y empanada de manzana de postre 20€ por cabeza un precio más que razonable. Faltó un poco la atención y sobró un buen rato de espera eso les resta medio limón, pero lo cierto es que, se ganan las dos limas.

Es verdad que hay que sumar el barco y es dinero, pero también creo que es algo que, junto con las Cíes (Estas sí que con bocata) hay que visitar al menos una vez en la vida. Vivimos rodeados de sitios increíbles pero, por alguna razón siempre le damos más valor a las cosas de fuera. Va siendo hora de que abramos los ojos, aunque sea con palillos!