Hace unos meses hablábamos del WEI, un chino diferente , hoy nos movemos de nuestros barrios habituales y nos vamos al lugar donde San Blás pierde su buen nombre y empieza al barrio de las Rosas a probar uno de los chinos más famosos de mi trabajo. Uno de esos lugares que de tanto hablar bien de ellos se han ido extendiendo y han acabado siendo un punto de reunión, incluso, los domingos.
Aprovechando que era uno de esos pocos días sin prisa, nos hemos escapado para comprobar si su fama es merecida. Fuimos en coche, pero la verdad es que la línea 2 de metro te deja en la puerta y desde Sol no se tardan más de 25 minutos.
Es un chino diferente, olvidaos de los leones de metal y los farolillos rojos colgados en la puerta. Parece ser que han abierto varios, este es el primero, un local enorme (que se llena), decorado de una forma muy sencilla y bastante elegante, con cuadros de flores en las paredes, caminos de mesa y un montón de ventanales que le dan muchísima luz. Los camareros son super atentos y la dueña es un sol de mujer que corretea entre las mesas reconociendo y saludando a los clientes habituales.
Dispuestos a probar todo lo probable elegimos dos menús (uno A de 7,95€ y uno B de 10,50€) cada uno de ellos son cuatro platos a elegir, bebida y postre… la variedad hace que te puedas volver loco, pero también que puedas escapar del clásico de los tallarines, el arroz frito y el rollito de primavera.
En todo caso, caer en la tentación del rollo de primavera no es mala idea, es el primero que como al que se le nota el repollo y la carne. Las bolsitas de queso y cangrejo estaban muy buenas, aunque la masa era frita no estaban aceitosas y la crema de queso fundido le daba un toque sorprendente, por desgracia y aunque tampoco esperábamos nada diferente… lo que llamaban cangrejo eran palitos. Para rematar el menú A, pedimos arroz frito para acompañar un pollo agridulce que no defraudó, pese al rebozado en forma de caparazón que llevan estos platos, el pollo era pechuga y la salsa estaba buenísima.
Del menú B pedimos la ensalada de espinacas, que nos sorprendió mucho, las hojas estaban crujientes (era como si les hubieran dado un susto en una freidora) y la salsa le daba un toque acido y dulce a la vez. El californian maki estaba bien hecho, aunque era lo que era… arroz con palitos de cangrejo y aguacate. Las empanadillas vietnamitas nos encantaron, suponemos que estaban rellenas de cerdo (aquí no era como en el rollito) y mojadas en soja ganaban mucho… y por último, aunque ya no podíamos con nada más, láminas crujientes de buey con salsa de naranja, qué rico! y qué pena no haber llegado con un poco más de hambre para disfrutarlo más.
Del helado de limón no nos salvo nadie, y ayudó a desengrasar la comida, que aunque nos encantó abusaba bastante de los fritos… Definitivamente la fama es merecida, es un chino que vale mucho la pena, donde en ningún momento dudas que lo que tenga en el plato sea rata (mayor miedo, a veces oculto otras publico, de quienes rechazan la comida china), por todo ello, se merece una lima y media.
VICTORIA: Avda. de Guadalajara, 36. Las Rosas, Madrid.