Macandé fue un cantaor flamenco gaditano, que vivió entre los siglos XIX y XX del cual cuentan que era un loco vendedor ambulante que iba pregonando canciones por las calles de la ciudad. El gusto por el nombre elegido, deja clara la intención de esta Taberna andaluza en pleno barrio de Chamberí. El local, cuya esencia se repite en el resto de tabernas que tienen por Madrid los Morancos luce renovada ya desde el exterior, siendo burladeros taurinos la decoración, lo que marca la imagen de lo que se encuentra uno dentro.
La carta es perfecta para tomar unas tapitas por la noche, desde embutidos ibéricos, pasando por marisco cocido (gambas de Huelva excelentes) y frituras de pescado entre otras. Auténtico material andaluz, sin apenas preparación, para que se disfrute de lo que comes. Como es la cocina de la costa gaditana y onubense que tan bien supieron adoptar en los bares de Triana por la cercanía.
El local es trianero por la bulla, entre el jaleo de la gente, los sones flamencos, los camareros cantando los pedidos, se forma un ambiente propio que hace olvidar por momentos que estás en Madrid. Quizás la única pega que tiene es que al ser tan nueva la decoración, aún no tiene la solera que debería tener para ser reconocido como autentico. Puede parecer una contradicción que los suelos del bar estén limpios y resbalen, pero en mi memoria de los tablaos de Triana, siempre me viene aquel del principio de la Calle Betis, donde los pies se quedan pegados y así la gente puede bailar sevillanas sin problemas de resbalarse hasta altas horas de la madrugada, hasta que se apagan de nuevo las luces del Puente.
Nos cuentan que entre jueves y sábado, estas juergas flamencas pueden imitarse, pues hay actuación en directo de varios grupos en el piso de abajo, que tiene un pequeño escenario. Habrá que volver para comprobar que verdaderamente al salir uno ve el Guadalquivir discurriendo de Canal a Quevedo, discurriendo por Bravo Murillo.
Con respecto a lo que comimos, nos centramos en pedir fritos: una ración de puntillitas (que la sirven en su papelón típico) y otra de ortiguillas. Para los que no conozcan las ortiguillas, decir que es un invertebrado, similar a una medusa, que se adhiere a las piedras, que transforma su fina textura melosa en crujiente al harinarlas y freírlas, quedando en el interior un núcleo gelatinoso, del sabor más marinero posible. Es sorprendente encontrarlas en Madrid, incluso en Andalucía fuera de las fronteras de Cádiz, siendo Sanlúcar por su hábitat de la desembocadura de río y rodeado de corrales de piedra el mejor lugar para probarlas.
Si tienes ganas de un poco del cachondeo sevillano más sano, te gusta cenar mientras picas algo y hablas o escuchas música, Makandé te dejara un buen gusto por la experiencia meramente andaluza que supone pasar allí un rato. Aunque no tiene errores alguno por la comida o el trato “las dos limas y un olé” que le doy de calificación, se empeoran en medio limón, por un detalle, que quizás a otros no moleste, pero a mí sí me impidió disfrutar de mi compañía y de la música, estaban poniendo un partido de fútbol mientras, lo que hizo que la jarana se tornara en otro tipo de ambiente, mucho peor el que había cuando llegamos. Si queremos flamenco, cultura y gastronomía, hay que seleccionar hasta el último detalle. Con respecto al precio, pagamos 24,5€ por cuatro bebidas y las dos raciones de mucha más calidad que cantidad.
Calle Garcia de Paredes, 2, semiesquina Bravo Murillo, Madrid,