El entorno de Conde Duque además de ser una zona que merece la pena visitar es una mina gastronómicamente hablando. Uno puede llegar a perder la cuenta de la cantidad de sitios con buena pinta que encuentra. Los menús oscilan entre los 8,50€ y los 13€ y puedes probar, prácticamente todos los tipos de comidas del mundo.
Esta vez no nos vamos de menú, es de noche y salimos de picoteo en grupo, 8 personas para ser más exactos… Comienzan las dudas sobre qué cenamos, las quejas porque es caro, el problema de que a ver dónde cabemos… Y al final terminamos en el Bobo. Sorprendentemente, salimos todos contentos, sólo por eso ya se merece una crítica.
El Bobo es un restaurante muy mono en la Plaza de las Comendadoras, la carta está llena de cosas ricas y los precios no son excesivos. Además los camareros son encantadores.
Pese a que se nos antojaba todo lo que ponía en la carta optamos por probar las croquetas (de chipirón y de cabrales) que estaban de muerte y eso es mucho… Una ensalada de espinacas con queso brie frito y salsa de frutos rojos que estaba buena pero no apasionante… Un chop-suey con queso de cabra muy sabroso donde le quedaban bien hasta los cacahuetes (algún día debería escribir una entrada dedicada a los cacahuetes).
Y un plato que no había visto en mi vida y que apunta maneras… Unas empanadillas de carne donde la oblea era una rodaja de berenjena. Una versión mucho más avanzada de los bocaditos de calabacín, jamón «dulce» y tranchete rebozados que me hacía mi abuela para cenar tiempo ha.
De postre probamos la sopa de cheescake que de sabor estaba buenísima pero que era imposible de comer con la minicucharilla que nos pusieron y unas empanadillas de Nutella y mascarpone templadas que volvían goloso a cualquiera.
Con cerveza y un par de botellas de vino 15€ por cabeza. Un sitio diferente, con una carta inspiradora, raciones abundantes y preparadas con cariño que además consigue que ocho personas salgan contentas se gana con creces las dos limas.
BOBO: C/ Amaniel, nº 23