Este fin de semana, aprovechando el buen tiempo hemos hecho una escapada en familia al país vecino, Portugal y no me he resistido a hacer la primera, espero que de muchas, crítica cítrica internacional.
Para un gallego del sur ir a Portugal viene a ser como para un madrileño ir a Segovia. Un plan muy habitual aunque no por ello menos apetecible y es que… Al igual que pocos se resisten a un buen cochinillo no hay quien se pueda resistir a un buen bacalhau o a algo tan sencillo como un frango no churrasco. Esta vez era una ocasión algo especial, así que en vez de ir a nuestros sencillos habituales de Valença tiramos de autopista y nos fuimos hasta Porto a visitar uno de sus restaurantes más famosos en plena Ribeira el D’tonho.
Si buscáis comer con las vistas maravillosas del Duero, su página web puede llevaros a un cierto engaño, las fotos parecen hechas por esos profesionales de las páginas de pisos de alquiler donde todo es inmenso y súper luminoso, pese a que los ventanales no son como prometen, el sitio es bonito y acogedor.
Nada más llegar te colocan una mesa auxiliar con el couvert, en cristiano, todos los entrantes disponibles, entre el hambre con el que llegas y la buena pinta que tiene todo decidir es un gran esfuerzo. Nosotros nos decantamos por unas Zanahorias aliñadas, con su buena dosis de cilantro, conejito a la brasa, queso de oveja y las clásicas pataniscas de bacalao que vienen a ser una especie de buñuelo. De segundo pedimos bacalao, dos raciones para cuatro ya que suelen, y digo suelen, ser abundantes y de beber dos botellas de tinto una de Dão y una de Douro.
El camarero, muy atento (cosa no tan frecuente en sus convecinos) nos fue trayendo todos los platos y, no os voy a engañar… Era mucho mas feliz viendo para ellos que una vez que los estaba comiendo. Las materias primas eran excelentes, la posta de bacalao era un sueño, la presentación era fantástica pero en cuanto le metían la cuchara de palo al asunto la fastidiaban. El bacalao a moda de Julio Gouveira estaba helado y por mucho que lo intentamos no logramos adivinar de qué era aquella salsa que llevaba, las raciones eran el equivalente a méia dose aunque el precio (cerca de 20€) parecía presagiar que seria para dos personas y el postre no mejoró en absoluto nuestra percepción.
En resumen, unos 35€ por cabeza, unas expectativas demasiado altas, un precio, una presentación y una ubicación maravillosa que, desafortunadamente, no se corresponden con lo que te llevas a la boca. Por todo ello, nuestra calificacion es de una lima y un limón y medio. Quiza vuelvan los tiempos que le trajeron la fama pero lo que esta claro es que el D’tonho ya ha vivido tiempos mejores.