No sólo de gin-tonic vive el hombre. Aunque lleva ya demasiado tiempo siendo la bebida de moda (¿por qué?), como bebedor responsable sigo sin verle demasiada gracia. No digo que esté mal, pero creo que se han sacado las cosas de quicio: botellas numeradas que valen más que el líquido que contienen, tónicas de nombres impronunciables, frutas, pepinos, semillas. Hasta te lo llegan a servir en una copa de coñac a la que rocían con hidrógeno líquido, como si te fueran a transplantar un riñón.
Lo bueno de los cócteles es que, además de saber ricos, evoquen algo bueno o interesante, no que contemples con mezcla de fascinación y terror cómo el camarero se mueve como el Dr. Frankenstein por su laboratorio. He ahí el humilde Destornillador, producto del aburrimiento de unos marineros rusos, que transportando naranjas y vodka a Cuba, embarrancaron y mezclaban zumo y vodka con sus destornilladores, esperando al rescate. O, como dicen otras fuentes, invento de los aguerridos obreros estadounidenses del petróleo, que dejaban un destornillador en los vasos con bebidas alcohólicas para no beberlos en horas de trabajo.
Uno de mis favoritos es un cóctel con mucha historia, el Long Island Ice Tea, un cóctel de bebidas blancas con un chorrito de Coca-Cola, que aparentaba ser té helado para poder beberlo en tu porche durante los tiempos de la Prohibición en los EEUU. Pese a parecer una bomba al conocer los ingredientes, es sorprendentemente suave y fresco. Ideal para una noche en buena compañía y de largas conversaciones.
Otros cócteles nos evocan ambientes de novela policiaca, como el Gimlet: ginebra y lima que han bebido novelescas mujeres fatales y decadentes hombres sin pasado. Aparte de que sentimos una lógica debilidad por las limas en este blog.
Uno de los más famosos es el “Vesper” o “Dry Martini” de James Bond, reflejo de la afición de Ian Fleming por las bebidas fuertes. La receta, puesta al día, sería: una medida de vodka Stolichnaya, tres de ginebra Tanqueray, media de vermouth Cocchi Americano (en el original eran ginebra Gordon’s y Kina Lillet, pero cambiaron su receta hace años). Se agita enérgicamente en una coctelera helada (se supone que para “oxigenar” la bebida) y se sirve en una copa de cóctel o de champán con una fina corteza de limón retorcida, para que suelte poco a poco su sabor amargo. ¡Nada de removerlo con la varilla! Pese a las malas traducciones, Bond siempre lo pide agitado en coctelera, no revuelto con varilla. Es un “pelotazo” en toda regla, así que se aconseja beberlo despacito y a pequeños sorbos.
Si lo que te gusta del actual “hype” del Gin-tonic es precisamente que se añaden un montón de ingredientes poco habituales, he aquí algo que no puedes dejar pasar: el Bullshot. Un cóctel de consomé de ternera con vodka, pimienta, perejil, salsas tabasco y Worcestershire. Ideado por los vaqueros más duros.
Si quieres una bebida con más leyenda, ¿qué mejor que un Margarita? Puedes sorber la mezcla de tequila, limón y triple seco tratando de averiguar si la Margarita a la cual está dedicada es Margarita Henkel, hija del embajador alemán, Margarita Carmen Cansino (luego conocida como Rita Hayworth), la actriz Marjorie King o la dama de la alta sociedad Margaret Sames. Tal vez nunca sepamos la verdad, porque los publicistas de las casas de licores reescriben a su gusto las historia de los cócteles.
Así que ya sea por historia, potencia de la bebida, ingredientes poco habituales, elaboración o sabor, hay alternativas al sobrevalorado gin-tonic actual. Todos cócteles de tres limas de las nuestras. Y si os interesa, otro día volvemos a abordar la fauna coctelera ¡siempre con moderación!