De Lima a Limón

Crítica – cítrica


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Furanchos e meigas, habelas, hainas.

Queridos limoneros, se hace saber que en Galicia ha comenzado la temporada de Furanchos! Y muchos diréis… qué carallo es un «furancho«? Pues aquí va la respuesta a todas vuestras dudas.

Un furancho es un local de temporada donde «en teoría» se venden los excedentes del vino de las casas particulares. Sí, incluso a día de hoy, en el rural de Galicia es muy habitual que se produzca vino para autoconsumo, la época de la vendimia es temida porque todos los familiares (por muy lejanos que sean) son llamados a filas para deslomarse durante un fin de semana recogiendo las uvas antes de que la lluvia acabe con ellas. Incluso algunas familias han hecho de la necesidad virtud y han conseguido convertir la vendimia en una fiesta… pero eso es otra película.

La cuestión es que muchas veces se producía más de lo que se podía consumir y buena parte de ese vino, acababa convertido en vinagre. De ahí nacieron los «loureiros» unas casas particulares donde los amigos llevaban algo de comer y acababan con las reservas existentes. Para señalar la casa colocaban ramas de laurel (loureiro en gallego) y de ahí les vino su primer nombre.

Pero como todo en la vida, la cosa fue evolucionando, los que primero eran amigos, acabaron siendo los amigos de los amigos de los amigos y finalmente, fueron unos señores que «pasaban por allí». Y lo que al principio era que los amigos llevaban las viandas, se acabó convirtiendo en que los propietarios del vino acababan vendiendo los «excedentes» de los huevos de las gallinas de casa o de la matanza del cerdo. Ahí nacieron los furanchos.

En general los furanchos se esconden en los garajes, las paredes son de bloque de hormigón y el suelo suele ser de tierra, todo de lo más «enxebre» (una mezcla entre auténtico, cutre y castizo a partes iguales). Puede que comas en la mesa de formica de la cocina jubilada y que esté la ropa tendida a tu lado… pero lejos de espantar, la cosa tiene su encanto.

Supongo que a estas alturas ya os estaréis imaginando que esto de legal tiene poco. En realidad es alegal, por supuesto, Hacienda en casa de estos señores no ha entrado nunca y Sanidad.. quizá tampoco, pero lo compensan con aquello de que es «como en casa«. Esta competencia desleal a los hosteleros no les ha hecho nunca ninguna gracia, eso llevó a un intento de regulación por parte de la Xunta, que acabó siendo derogado en 2010. Son ciudad sin ley.

Eso sí, no penséis que todos son iguales, aquí también hay clases. Están los auténticos de toda la vida cutres hasta morir pero donde los huevos aún son de casa, la cocinera se confunde con tu abuela y los chorizos fritos son ma-ra-vi-llo-sos (aunque puedan estar repitiendote durante una semana) y los más profesionalizados que han perdido encanto, ya no venden su vino sino que le compran a todo el vecindario y el menú se amplía al churrasco, bacalao, calamares… y se ha llegado a ver incluso cupcakes. (verídico).

Lo que es común a todos ellos es el vino en cunca, la posibilidad de ponerte ciego por menos de 10 euros y el acabar cantando con señores de las mesas de al lado a los que no conoces de nada. Principalmente, esta canción.

Las principales zonas furancheiras están en las Rías Baixas y Redondela es su zona cero. La zona de Betanzos en A Coruña tampoco se queda atrás. Lo más difícil es localizarlos, suelen estar escondidos en medio de canicouvas (callejuelas estrechujis en medio de la nada) y las indicaciones que te pueden dar son poco menos complejas que las de un mapa del tesoro cifrado pero llegar tiene su recompensa. No conozco a nadie que haya ido un furancho y no haya disfrutado como un enano.

Si buscáis un turismo gastronómico auténtico, empezad a planificarlo, la temporada dura hasta junio.

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CASA GAZPARAGA… el que tuvo, retuvo pero poco (Vigo)

Hace unas cuantas semanas visitábamos El Turista, hoy seguimos en la misma línea y nos vamos a otro clásico de la ciudad forjado a base de resistir y resistir… El Casa Gazparaga en el arco de la Plaza de la Princesa de Vigo.

Estos locales tienen la capacidad de hacerte viajar en el tiempo, nada, excepto el uniforme del policía nacional que se comía un bocata de calamares en la barra, ha cambiado en los últimos 40 años. Bueno, eso, y los pobres dueños que han ido envejeciendo y, probablemente, perdiendo facultades.

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Las botellas de brandy siguen igual, la barra, las mesas con manteles azules… El dominio absoluto de la señora que obliga al marido a quedarse atrapado en los dos metros de barra… El trato familiar donde por un momento te parece que la señora que te convence para que te comas un cocido es tu abuela. Todo sigue igual pero las cosas ya no saben igual.

Todos los días hay pescado fresco, unas almejas a la marinera que tienen fama y unas navajas que, probablemente quiten el sentido, además, pese a la zona en la que está sigue siendo realmente barato, las raciones no pasan de 8 euros.


Tras la insistencia de la buena mujer pedimos una ración de cocido y una de bacalao cocido y a ambas cosas le pasó lo mismo, venían como lavadas, les faltaba sabor. El cocido era abundante, con mucha verdura (cosa que agradezco y que, en general, escasea) pero ya os digo que con todo lo que tenía (costilla, chorizo de cebolla, carnes variadas) debería ser una explosión de sabor que no fue. Para más inri, los garbanzos eran de bote.

Al bacalao le pasó tres cuartas de lo mismo, le sobró un día de desalado y, la verdad es que los dos trozos no eran de los mejores (demasiado finos) y, por tanto, harinososo… Eso si, el detalle del huevo cocido me llegó al alma y me hizo pensar que, realmente, estaba en casa.

Del postre mejor no hablar nos vendió tan bien la tarta de queso casera que hubo que probarla… Alguien debería sacar una ISO que dijera que aunque las tartas royal manchen cazuelas… Eso no las convierte en caseras.

En resumen, un buen sitio para comer si os pilla de camino, pero acordaos de nosotros y comed almejas y un pescado del día frito… Una experiencia de viaje al pasado, auténtico y de calidad pero donde el tiempo ha hecho que las manos de la cocinera no sean las mismas se mece una lima medio limón.

CASA GAZPARAGA: Plaza de la Princesa. 4 Vigo.