En muchas, pero muchas muchas ocasiones me he preguntado cuánto hambre tenían que pasar nuestros antepasados para acabar probando según qué cosas… Es claro que esto de la comida es cuestión de usos y costumbres, pero no me digáis que un centollo, que es la versión marina de una araña mutante, de primeras os resulta apetitoso o un brocoli que es lo más parecido a la reminiscencia de un yo oveja pasado, o los caracoles, o los callos o mil y una cosas más en las que sólo reparamos cuando las vemos en los documentales de viajes y pensamos aquello de… ¿cómo pueden comer gusanos? aarrgg.
Una de esas cosas es la lamprea, un bicho del jurásico, con forma de serpiente y, zoológicamente hablando, más similar al pez que a otra cosa, nace en los ríos, llega hasta el mar… y vuelve a los ríos. Un simpático animalito que vive de chuparle la sangre a otros peces como el bacalao, el salmón o el majo tiburón. Esto lo consigue con una boca llena de ventosas, dientecillos y una lengua que podría provocaros pesadillas durante los próximos diez años. Razón por la cual no pienso poner aquí una foto de su boca… al final soy una tía considerada.
Se pesca, y se come, tanto en Galicia como en el norte de Portugal e incluso en alguna zona de Francia, pero os garantizo que nunca he visto tal devoción como la que le procuran en el Sur de Galicia. Durante su temporada, desde enero al primer canto del cuco (allá por finales de abril) los aficionados peregrinan al epicentro de la fiebre de la lamprea, los ayuntamientos ribereños del Miño.
Pescarla es todo un arte… desde la lanza a mil y un aparejos de captura, incluso algunos de ellos instalados en los propios ríos con piedra y provinientes de sus primeros degustadores, los romanos. Tanta historia porque el bicho es conveniente atraparlo vivo, conservarlo en pilones y matarlo y dejar que se desangre en la propia cazuela… muy romántico todo, ¿no creéis?
Se puede comer de muchas maneras… rellena, con chocolate, frita, pero la más tradicional y habitual es a la Bordelesa (o como ya os contaba antes… en su propio desangre, con vino y cebollita) acompañada de arroz blanco y picatostes. Una ración cuesta entre los 30 y los 70 euros por persona, una ocasión especial claramente. La cuenta todavía sube aún más ya que lo habitual es acompañarlo de una mini ración de angulas (producto que se cotiza a unos 600 euros el kilo).
Su sabor es extraño, muy intenso y extremo… puede apasionarte o puedes odiarlo, pero es difícil que te deje indiferente y, al menos una vez en la vida hay que probarla.
En cualquier caso es una tradición milenaria que bien merece la atención limonera, un puntazo para los buscadores de emociones fuertes y una excursión muy recomendable para primeros de año por sus verdes y frondosos paisajes. Dos limas bien merecidas.
abril 12, 2013 en 4:16 pm
es un verdadero manjar y saco mucha hambre a los que trabajaban para los terratenientes, la comían seca y en salazon
abril 12, 2013 en 6:51 pm
Así es.. y curiosamente ahora se ha convertido en un producto nada barato…
Muchas gracias por tu comentario 🙂
abril 12, 2013 en 7:09 pm
La de veces que me he escuchado a mi hermana lo de que “los centollos parecen arañas, qué asco!”. Pero ¿Y lo ricas que están? Definitivamente es un asunto cultural. Hay cosas que no he comido de pequeño que puede que estén ricas, pero qué pinta más asquerosa… Pero habrá que probar de todo en esta vida ¿no?
Yo sí que he comido lamprea, de eso hace muchos años y confieso que me encantó. Claro que, por aquel entonces me dijeron que estaba cocinada al vino y aunque la “salsa” era bastante oscura, yo me lo creí, pero por lo que cuentas hoy, el color oscuro debe venir de la sangre cocinada. Ufff, no sé, me lo llegan a decir por aquél entonces y es posible que no la hubiera probado.
Pero, un momento limonera… que no te has mojado. Has dicho “Su sabor es extraño, muy intenso y extremo… puede apasionarte o puedes odiarlo…” ¿Y tú? ¿Te apasiona o la odias?
Felicidades por el blog y sobre todo me encanta este tono divertido.
Pásalo muy bien este fin de semana y limonea mucho 🙂
abril 12, 2013 en 7:26 pm
Mil gracias David!!
Pues siendo sincera de peque me gustaba mucho y ahora… Ahora si tengo que comerla la como 🙂
abril 12, 2013 en 10:19 pm
Pues esta buenísima, Emma! O será q soy ribereña del Miño… lo único q no acostumbro es a acompańarla de angulas.
Por cierto q las angulas no parecen gusanos?? Buagg..
abril 12, 2013 en 10:26 pm
Pues un aire sí que tienen 😉
Muchas gracias por el comentario!!
abril 14, 2013 en 10:33 pm
enhorabuena por tu blog. soy la madre de victor. besiños
abril 14, 2013 en 10:36 pm
Que alegría que te guste!! Bienvenida 🙂 bicos grandes
abril 15, 2013 en 12:34 pm
Curioso el tema de la Lamprea, aún no la he probado. Por cierto, que el otro día hicieron un reportaje en algún informativo. He probado la anguila que no me pareció mal, aunque hay determinados animales con los que tengo ciertas reticencias..pero quién sabe si me cruzará alguna vez una Lamprea en mi vida.
Enhorabuena!