De Lima a Limón

Crítica – cítrica


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Cuestionario Cítrico a Luis Moreno, cocinero revelación Madrid Fusión 2014.

Abrimos sección, comenzamos una ronda de entrevistas limoneras. Poco a poco, iremos descubriendo los secretos gastronómicos, confesables e inconfesables,de personajes conocidos, del mundillo del «comercio y del bebercio», pero no sólo.

Para inaugurarla no podemos tener a alguien más apropiado, Él es Luis Moreno y junto con su socio Daniel Ochoa son los ganadores del premio Cocineros Revelación 2014, un premio que se concede todos los años en Madrid Fusión. Luis es un tipo joven, despierto y simpático. Le apasiona su trabajo, se nota y nos encanta, le pedimos que fuese sincero… y la verdad es que lo ha sido. Este es nuestro primer Cuestionario Limonero.

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1. Vaso medio lleno o medio vacío. Medio lleno siempre.

2. Chuletón o esferificación de apio. Chuletón.

3. Una un poquito más personal… qué le pedías a tu madre que te hiciera de comer el día de tu cumpleaños? Croquetas. De qué? De cocido. Tienen algo que ver con las croquetas de lacón con grelos que hemos comido hoy? (Era una auténtica gozada) No, eso viene de Oliver, yo también tengo influencia gallega, mi madre es de Allaríz. Oliver hace poquito que está con nosotros, bueno, con nosotros lleva un tiempo, hace poquito que está en una partida. Queremos incluír la personalidad dentro del restaurante… al final esto es la suma de muchos.

Y las croquetas de cocido eran plato único? Sí, sí, sí… yo me ponía fino. Con patatas o con ensalada? Solas, solas. El resto eran minucias.

5. Llegas a casa de madrugada con unas copas de más, abres el frigo, los armarios… a qué le echas mano? Al fuet. Siempre hay fuet en casa. En tacos gordos o en lonchas finas? Tacos gordos en cuatro trozos… una manía. Con pan o con picos? Con picos, con picos.

6. En una entrevista hace tiempo Iker Casillas confesaba que le gustaban los sandwiches de nocilla con chorizo. Todos tenemos secretos… cuéntanos una guarrindongada que te guste. Hombre, cofieso que soy mucho de comida a domicilio… no sé si eso es guarrindongada.

Depende, sí le echas ketchup sí. Jajaja, no, sin aditivos. No hay ninguna guarrindongada en especial…

yo soy adicta al salchichón rosa ese que mancha el pan… Al final legas cansado a casa y lo que menos te apetece es cocinar para ti. Comida a domicilio de todo tipo, desde pizzas a kebabs pasando por chinos.

7. Momento tiquismiquis… yo como bien y de todo pero hay algo que me puede… Qué no soportas? El cilantro. Cada vez que lo encuentro en algún plato… (Habíamos comido un ceviche de langostinos maravilloso, pero con cilantro, no dejaba de tener gracia)

8. Una adicción gastronómica. Algo que cuando empiezas no puedes parar, formato Pringgles. Los callos… incluso en cubo de fregar.

9. Cambiamos de tercio, qué opinas de los productos de temporada… El roscón en navidades, las torrijas en semana santa, las orejas en carnaval. Eso que te encanta y sólo puedes comer una semana al año. Yo creo que es tradición… si fuera una cosa de continuo perdería. Hay cosas que si no están en su época, al final pierden esa virtud.

Entonces lo respetas… nunca has hecho unas torrijas en febrero? (acabábamos de comernos unas torrijas de queso impresionantes, sólo por ellas vale la pena saltarse todas las normas del mundo). Hay platos que ya están un poco crecidos… ya han pasado el límite de la temporada. Hay que reconocerle que supo salir airoso.

10. Hablando de cosas de época, qué opinas del turrón blando. Crees que es constitucional? O hay que abolirlo de la faz de la tierra. El blando… el de Jijona? El del juguillo? A mi me encanta, y luego rechuparte los dedos.

Y el duro? ese me cuesta más, pero también. Lo que hacía era quitarle la oblea y lo chupaba. (Está claro que el asunto va de chupetear).

11. Qué opinas de los que pelan el marisco con cuchillo y tenedor? Pues no… no me parece adecuado. El marisco como otros elementos necesitan… agarrarlos con la mano. Cómo vas a chupar la cabeza sin cogerla con los dedos? no… no se puede.

Y del tofu? No, no no…. eso tampoco.

12. y la última pregunta… una recomendación limonera. Qué sitio no podemos perdernos.

Hombre ahora hay muchos… se ha abierto un abanico mucho más grande de lo que había antes, parecía que eran cuatro o cinco… Por decir uno, la Candela. En Valdemorillo, comida muy cercana que es lo que ahora se tiene que llevar. Evitar la corsetería, ya que te vas a gastar un dinero, que lo disfrutes, sin esa tensión… y sin esa remilguez. (Totalmente de acuerdo)

Muchas gracias Limonero!

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Calçots… de Cataluña a Madrid.

En el capítulo de hoy empezamos con una sección titulada: #yoconfiesoque, inaugurandola yo ya que nunca antes había comido calçots y no tiene perdón. La semana pasada junto con las chicas de A salvo del Olvido, nos acercamos a Hoyo de Manzanares a remediarlo.

 Calsot es un restaurante en la sierra madrileña, a 30 minutos de la capital que bien merece una visita. El restaurante fue ampliado hace poco y allí incluyeron una terraza cerrada donde nos ubicaron, concretamente, en unas mesas largas con bancos que la recorre entera.

Tiene una carta variada, pero nosotros habíamos reservado con una Calsotada ( para 2 personas) que traía para empezar una Ensalada Calsot (vamos una ensalada mixta de toda la vida que nos entusiasmó mucho) y una Tostada de pan con tomate y embutidos que nos entretuvo hasta que llegaron los protagonistas de nuestro almuerzo:  la Ración de calçots.

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La ración contenía 12 unidades y realizamos el ritual como manda la tradición: nos pusimos el babero, pelamos los calçots con las manos, lo pringamos en la salsa romesco y… a comer!riquísimos!

Yo era la primera vez que los comía pero las chicas de A salvo del Olvido, comentaban que estaban bien hechos y ricos, bien carbonizados por fuera y blanditos por dentro, presentados sobre una teja y envueltos en papel de periódico para que no perdieran calor.  A mi me parecieron una delicia, es una mezcla de sabores entre el puerro y la cebolla pero más delicado. Todo un descubrimiento.

El menú tenia después un combinado de carnes que incluían butifarra blanca, butifarra negra, conejo a la brasa, chuletas de cordero y Pollo Calsot, que estaban bien, pero que no superaban a los calçots ni en broma.

Y para terminar cerrar este almuerzo al más puro estilo catalán, nos tomamos uno de sus postres tradicionales: la crema catalana, muy buena por cierto.

La Calsotada costaba 19,50€ por persona pero no incluía ni las bebidas ni los postres, por lo que al final nos salió un poco más caro, 30€ por persona.

En resumen, un gran descubrimiento de temporada, que bien merece las 2 limas.

Calsot:  Avda. de la Paloma 36. Hoyo de Manzanares (Madrid)

Telefono: 91 856 95 75

www.calsot.com


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Furanchos e meigas, habelas, hainas.

Queridos limoneros, se hace saber que en Galicia ha comenzado la temporada de Furanchos! Y muchos diréis… qué carallo es un «furancho«? Pues aquí va la respuesta a todas vuestras dudas.

Un furancho es un local de temporada donde «en teoría» se venden los excedentes del vino de las casas particulares. Sí, incluso a día de hoy, en el rural de Galicia es muy habitual que se produzca vino para autoconsumo, la época de la vendimia es temida porque todos los familiares (por muy lejanos que sean) son llamados a filas para deslomarse durante un fin de semana recogiendo las uvas antes de que la lluvia acabe con ellas. Incluso algunas familias han hecho de la necesidad virtud y han conseguido convertir la vendimia en una fiesta… pero eso es otra película.

La cuestión es que muchas veces se producía más de lo que se podía consumir y buena parte de ese vino, acababa convertido en vinagre. De ahí nacieron los «loureiros» unas casas particulares donde los amigos llevaban algo de comer y acababan con las reservas existentes. Para señalar la casa colocaban ramas de laurel (loureiro en gallego) y de ahí les vino su primer nombre.

Pero como todo en la vida, la cosa fue evolucionando, los que primero eran amigos, acabaron siendo los amigos de los amigos de los amigos y finalmente, fueron unos señores que «pasaban por allí». Y lo que al principio era que los amigos llevaban las viandas, se acabó convirtiendo en que los propietarios del vino acababan vendiendo los «excedentes» de los huevos de las gallinas de casa o de la matanza del cerdo. Ahí nacieron los furanchos.

En general los furanchos se esconden en los garajes, las paredes son de bloque de hormigón y el suelo suele ser de tierra, todo de lo más «enxebre» (una mezcla entre auténtico, cutre y castizo a partes iguales). Puede que comas en la mesa de formica de la cocina jubilada y que esté la ropa tendida a tu lado… pero lejos de espantar, la cosa tiene su encanto.

Supongo que a estas alturas ya os estaréis imaginando que esto de legal tiene poco. En realidad es alegal, por supuesto, Hacienda en casa de estos señores no ha entrado nunca y Sanidad.. quizá tampoco, pero lo compensan con aquello de que es «como en casa«. Esta competencia desleal a los hosteleros no les ha hecho nunca ninguna gracia, eso llevó a un intento de regulación por parte de la Xunta, que acabó siendo derogado en 2010. Son ciudad sin ley.

Eso sí, no penséis que todos son iguales, aquí también hay clases. Están los auténticos de toda la vida cutres hasta morir pero donde los huevos aún son de casa, la cocinera se confunde con tu abuela y los chorizos fritos son ma-ra-vi-llo-sos (aunque puedan estar repitiendote durante una semana) y los más profesionalizados que han perdido encanto, ya no venden su vino sino que le compran a todo el vecindario y el menú se amplía al churrasco, bacalao, calamares… y se ha llegado a ver incluso cupcakes. (verídico).

Lo que es común a todos ellos es el vino en cunca, la posibilidad de ponerte ciego por menos de 10 euros y el acabar cantando con señores de las mesas de al lado a los que no conoces de nada. Principalmente, esta canción.

Las principales zonas furancheiras están en las Rías Baixas y Redondela es su zona cero. La zona de Betanzos en A Coruña tampoco se queda atrás. Lo más difícil es localizarlos, suelen estar escondidos en medio de canicouvas (callejuelas estrechujis en medio de la nada) y las indicaciones que te pueden dar son poco menos complejas que las de un mapa del tesoro cifrado pero llegar tiene su recompensa. No conozco a nadie que haya ido un furancho y no haya disfrutado como un enano.

Si buscáis un turismo gastronómico auténtico, empezad a planificarlo, la temporada dura hasta junio.

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Cinco burbujas gastronómicas que acabarán explotando.

Con todas las tontadas… el mes que viene cumplimos un añito. Esto dará para celebraciones, twits homenaje e incluso alguna sorpresa en forma de concurso,  pero sobre todo, nos ha dado para bucear en el apasionante mundillo gastronómico. Un año entero sin repetir restaurante da para visitar mucho antro de dios y, también, para sacar mucha conclusión. Hoy os traemos algunas de ellas, cinco burbujas gastronómicas que acabarán explotando.

1. La cebolla caramelizada y el queso de cabra.

Es verdad que estos dos ingredientes se pueden encontrar por separado pero el efecto «total» lo hacen juntos y a ser posible en tosta. (aaaay las tostas, otra pequeña burbuja). Juro que nunca creí que diría esto, probablemente, porque en otra vida he debido de ser ratón, pero creo que estoy empezando a aburrir el queso de cabra. Me salen por las orejas esas ensaladas con el mazacote de queso mal caramelizado, las tostas, la combinación con la rúcula, con los tomates verdes… pero sobre todo, con la manida cebolla caramelizada.

La pobre cebolla que ya está mareada de dar vueltas en la sartén o peor, que ya viene en bote cual confitura chunga. Nos hemos vendido a nosotros mismos que todo está más rico con cebolla caramelizada, los calamares, la tortilla… y sí, no le negaremos sus encantos pero, creednos, hay vida más allá.

2. Las reducciones.

De p.x. (a.k.a. Pedro Ximénez) y de vinagre de módena. Esa cosa dulzona que convierte cualquier producto en digno del McDonalds, que sirve par decorar los platos, para convertir el agua en vino y para poder cobrar dos euros más por el mismo producto. Atentos porque la salsa miel y mostaza va por el mismo camino.

3. Los carpaccios.

Los carpaccios son la versión moderna del milagro de los panes y los peces. Una forma de multiplicar la comida y sacarle el triple de provecho. Si los treinta gramos de carne que te ponen en un carpaccio que cuesta más de diez euros te los dieran a la plancha se lo mandarías de vuelta preguntando por Ferrán Adriá.

No hablemos de los carpaccios de verduras… ese calabacín a cincuenta céntimos el kilo cortado con cortafiambres y salpicado por tres lascas de parmesano no puede durar mucho en las cartas.

4. El buey de Kobe y los boletus.

Esos alimentos premium, caros y selectos que de la noche a la mañana empiezan a aparecer debajo de las piedras…  Ya lo decía aquel, se puede engañar a poca gente todo el tiempo, a mucha gente poco tiempo… pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.

La carne del buey de Kobe se alimenta, entre otras cosas, de cerveza… se les dan masajes con sake templado, se les susurra a la oreja. En serio nos creemos que en el bar de abajo han sustituído las rabas congeladas por la hamburguesa de esta carne? No, queridos limoneros, el precio no siempre es un indicador.

Lo mismo pasa con los boletus, de plancha a croqueta, pasando por pan y por carpaccio. Serán setas… pero no hay tanto campo para producir tanto boletus.

5. Gastrobares.

Igual que las magdalenas se extinguieron, salvo en casa de las abuelas, y se convirtieron en cupcakes. Los bares de tapas están en peligro de extinción. El marketing ha hecho su trabajo… eso de gastrobar suena mucho más elaborado, más refinado, mucha más glamuroso. Es uno de esos lugares donde puedes encontrar todo lo anterior, el reino del queso de cabra, de la cebolla caramelizada, las reducciones y los carpaccios…

Eso sí, la mona aunque se vista de seda, mona se queda. El marketing puede hacer milagros, pero no quitarle el palillo de los dientes al camarero y al final, la naturaleza es sabia y siempre vuelve las cosas a su estado original.

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Madrid Fusión para novatos.

Llevamos una semana dando la matraca con Madrid Fusión, el twitter de @delimaalimon está que echa humo, Instagram baila al ritmo de #MFM14 y nuestro facebook se ha inundado de fotos mortalmente apetitosas. Quizá hayáis visto cortes en el telediario y noticias sorprendentes en los periódicos pero… Qué es Madrid Fusión? He aquí nuestra crónica cítrica.  

Madrid Fusión es un congreso internacional de gastronomía. Desde el año 2003 y durante tres días, Madrid se convierte en la capital mundial del universo culinario. Allí se reúnen los mejores cocineros, las mejores materias primas, las marcas más boyantes… Hay ponencias, talleres, presentaciones… vaya, lo que viene a ser un congreso pero del papeo.

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El ambiente es selecto y las entradas cuestan una pasta. Talleres al margen, una entrada de tres días puede superar los 250€ ahí es nada! Eso sí, los contenidos son espectaculares y todos los cocineros de los que has oído hablar y de los que todavía no, están allí aprendiendo, compartiendo, dando charlas o tomando gintonics con los congresistas. Desde Arzak a David Muñoz, pasando por Joan Roca (Sí, el del mejor restaurante del mundo) o los protagonistas de los gastro-reality de Master Chef, Top Chef, Mini Chef y chefichef, otro que  no podía faltar era el bueno de Echanove comiendo pinchos de dos en dos.

Como suele pasar, la tele cuenta lo más vistoso, este año la palma se la llevó Ángel León con sus platos luminiscentes a base de algas y bacterias «fosforitas» pero Madrid Fusión va mucho más allá. Una de las ponencias más interesantes fue la de Joan Roca, venía a hablar de guisos marineros «la raíz cuadrada del pescado» y lo consiguió, media hora que nos tuvo con la boca abierta viendo como poco menos que convertía el agua en vino. Cómo emulsionaba ortiguillas, reducía fumets de espinas a la mínima expresión o congelaba aliolis para poder recortar las formas más insospechadas. Ahí está la genialidad, partir de cosas simples y llegar a otras inexplicables.

Por el medio están los expositores con trufas que se subastan y alcanzan el precio de 5.000€ y que un ratito antes has podido tener en tu mano y oler, con jamones indescriptibles, quesos del mundo, caviar… y sí, prácticamente todo se puede probar… salvo que seas un canapero profesional no te vas a cebar, pero sí vas a probar, probablemente, la mejor materia prima del mundo.

Madrid Fusión en un lugar de encuentro, donde sin querer te zambulles en un ambiente donde de todo se aprende, donde la demostración, aparentemente, más tonta te abre una ventanita. Es cierto que se habla de liofilizados y de cocción en temperatura controlada, pero también de cómo adecentar una insufrible lata de berberechos con un poco de aceite, lima, cilantro y chile y convertirla en un ceviche.

Es un lugar donde se presentan productos nuevos, desde el papel de jamón que en textura se parecía a las ostias de la misa a las microplantas que con una hoja son capaces de evocarte mil sabores, entre ellos el queso y con una millonesima parte de sus calorías. La flor eléctrica merece mención a parte… la mezcla de chupar una pila, un puñado de sal y una bolsa de picapicas en un solo estambre, sólo apta para valientes.

Todo esto, también es Madrid Fusión, un lugar donde se demuestra que hasta la más alta cocina es humana, pone en común, trabaja, comparte trucos, aprende… gasta bromas, se ríe, repite fabada una y mil veces. Podríamos mentir, pero para los amantes de la gastronomía es el paraíso, uno nunca vuelve igual de ese lugar. Ahora sólo queda esperar al año que viene.


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Nunca llueve a gusto de todos.

Sólo quiero que por un momento recordéis cuales son las tres capitales famosas por creencias cristianas y peregrinaciones: Jerusalem, Roma y Compostela y ahora, extrapoléis estas ciudades a otros grandes puntos de la geografía gallega donde también se rinde culto, sólo que pagano  y sobre todo gastronómico, hablamos de Burela, Carballiño y Ons.

Por supuesto, estos lugares de culto también tienen sus centros de oración ya se llamen restaurantes, tascas, tabernas, «furanchos» y por supuesto, los espacios de nuevo cuño: «cafetería-tapería-loungue-gastrobar». Probablemente, a estas alturas ya tenemos claro cuál es el objeto de culto… efectivamente, el pulpo.

En estos espacios nos encontramos al sacerdote, ese «pulpeiro» oficiante y ataviado con una espécie de delantal-taparrabos que nos debería recordar a las que otrora fueran las casullas de ricas telas adamascadas y excelentes hilos de oro en sus bordados en un ara tapizado de manteles de hule actualizando el papel de la sábana santa y desterrando los de encajes de Valencienne, Brujas, Vichy (no podría faltar por la connotación culinaria aunque nada tengan que ver con las aguas), o Camariñas.

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En este sacro espacio juegan especial protagonismo dos elementos: el plasma enmarcado en pan de oro como el divino sagrario y las pilas de platos de madera apilados a ambos lados de la mesa a modo de candelabros al más estilo español de lenteja, donde el acólito uniformado de camiseta escotada extranguladora de biceps y delantal de vanguardia con mil bolsillos y mil y una cinta colgante pasea las sagradas formas bañadas en oro líquido sobre una patena de PVC.

Todo esto bajo una cúpula de arcos cromados que soportan un palio de loneta exponsorizada por cualquier ambrosía y con su doble cenefa de verdín paralela al balcón del primer piso desde donde los vecinos participan de esta romería urbana donde por misterio las precipitaciones cumpliendo su ciclo del agua acaban regando los balcones , los candelabros, los platos, los trapos, los encajes, el hule, no sin antes deslizarse por el verdín de la lona como hilos de seda invisibles y enriqueciendo ese agua que bautizará el santo grial donde se cuece el pulpo como lo hacían los marineros cuando se preparaban el yantar cuando estaban en marea; con agua de mar como Dios manda.

Todos los parroquianos entre risas de gozo y un éxtasis cuanto menos curioso comulgarán en harmonía emulando a los primeros cristianos en las catacumbas ajenos a eso que podría ser un no tan lejano tribunal de la santa inquisición como el de Sanidad.

Es curioso ver como nunca llueve a gusto de todos y que seamos tan «tiquismiquis» con algunas cosas y ante otras tan obvias nos hagamos los «longuis«, por que esto es extensivo a todos los «altares » ambulantes donde el sol, hormigas, moscas y manos con restos de tabaco forman parte de esa idiosincrasia que confundimos con «enxebre«.*

*En galicia , dícese de lo que se considera sencillo en sus gustos.


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Concurso de tapas del Casco Vello (Vigo)

El 27 de Octubre terminó la 8ª edición del concurso de tapas del Casco Vello de Vigo. Este año, veinticinco establecimientos del barrio, han presentado sus propuestas por tan sólo 1,50 € cada tapa. Una verdadera aventura culinaria que no me he querido perder. Esta ha sido mi cata particular:

 Casa Roxa en el Paseo de Alfonso XII – tapa: Brazo de gitano relleno de gamba.

Personalmente, de todas las que he probado, es la que que ha cumplido con todos los requisitos del concurso. Han presentado una tapa super original, muy creativa y con una presentación muy cuidada. Era una tapa para degustar en tres fases: la burbuja rellena de piquillo es la que tenía que estallar primero en la boca, luego la gamba a la plancha con lámina de ajo negro compensaría el contraste de sabores y por último el brazo de gitano, suave y cremoso, haría su cometido compensando texturas. Tiene todas las condiciones para ser una de las tapas ganadoras de este certamen.

Lume de Carozo en Rúa Joaquín Yañez – tapa: o tronquiño de Lume. Saquito de pasta filo relleno con media salchicha y bacón. Muy contundente y excesivamente grasiento. Teniendo en cuenta lo bien que cocinan en este sitio, me he llevado una decepcionante sorpresa con su propuesta.

O Chavolas en Rúa Cesteiros – tapa: A turbina. Tosta untada en queso, con mini brocheta de pollo con gambas. ¿Creatividad o tradición? Los que conocéis este establecimiento, coincidiréis conmigo que lo segundo es lo que mejor les caracteriza. Su propuesta presentada dista mucho de ser una tapa para concurso.

A Curuxa en Rúa Cesteiros – tapa: Borbones. Saquitos con hoja de berza, uno relleno de lacón y el otro con una mezcla de patata cocida y chorizo y un trío de salsas simulando la bandera republicana. Una particular interpretación de nuestro lacón sin grelos y para que te comas (imaginariamente, claro) de un solo bocado al miembro de nuestra familia real que más rabia te dé. ¡Ñamm!

Crepería Cre-Cotté en Rúa Oliva – tapa: Hamburguesa picante de garbanzos y atún. Buena propuesta pero se han excedido en el tomate. Le quitaba todo el protagonismo a la hamburguesa.

O Croquetas en Praza da Princesa – tapa: cazuelita de jabalí, castañas, setas y patatas en textura.
Mi abuelo ya lo decía, cuando el nombre del plato es enorme, la ración es tacaña.
La tapa es original, sí, pero fue muy escasa. Tan sólo una trazas de jabalí en la ración. Las castañas y las setas pasaron muy desapercibidas, apenas destacaron su sabor que a mi modo ver quedaron silenciadas por la textura de patata.

Y La Comidilla en Rúa Palma – tapa: Quevirantes – empanadilla de puré rellena con pollo, bacon y maíz en grano. Es una tapa «sobrosona» pero sin ninguna pretensión de destacar y en la que tampoco se han esmerado en su presentación.

El día que se escribió esta crítica, aún no se había hecho el recuento de votos del establecimiento más votado.

Hoy os podemos decir que el ganador de este año ha sido A Regueifa en Rúa San Vicente con su tapa Regueifeira consistente en un saquito de pasta filo relleno de lacón con grelos presentado en una copa de cóctel. Y en un segundo y merecido lugar, ha quedado la tapa de Casa Roxa.

El concurso de tapas del casco Vello es una buena iniciativa para dar a conocer los locales de este barrio y que dado el éxito que está teniendo, yo os animo a que lo incluyáis en vuestra lista de quehaceres para disfrutar el año que viene.

Enhorabuena a los ganadores!!


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Tres cócteles otoñales

¡Ah, la lluvia, el viento, las románticas hojas secas y los primeros fríos ya acarician nuestras ventanas! Todo tiene temporadas y el otoño trae consigo su tipo de ropa, su comida y, por supuesto, su bebida.

Para combatir las sensaciones del cambio de estación y hacer más llevaderas las tardes en las que miramos llover por la ventana (mejor en compañía), os ofrecemos una selección de cócteles que no os pueden dejar indiferentes, en los que son protagonistas las frutas de temporada, los colores ocres, el azúcar para combatir la apatía otoñal y la vitamina C, que nos ayudará a prevenir en parte esos constipados de entretiempo tan molestos.

Pero, antes de continuar, la advertencia obligada para pedir moderación: el alcohol y el exceso no son buenos compañeros: la engañosa sensación de calor que produce el alcohol se debe a que produce una brusca dilatación de los vasos sanguíneos, que se contraen cuando hace frío. Esta dilatación, unida a la rápida evaporación del etanol en nuestra corriente sanguínea, provoca que perdamos temperatura corporal con más rapidez, lo que no deja de ser peligroso para nuestra salud. Beber alcohol para entrar en calor es contraproducente y peligroso.

De la misma manera, es verdad que el alcohol aporta un exceso de calorías a nuestro organismo, pero se degrada tan rápido que tienen nulos efectos beneficiosos. Si de verdad queremos entrar en calor con una bebida, lo mejor es optar por bebidas calientes no alcohólicas y muy nutritivas. Es decir, los clásicos chocolate caliente y calditos de carne. Los cócteles con alcohol han de beberse sólo con ánimo recreativo y siempre responsablemente.

Y ahora, hagamos un repaso rápido de nuestras sugerencias para esta estación, empezando por una mezcla potente, otoñal en sus ingredientes y en sus colores: el Hot Brandy Cider” o “Brandy de Manzana, que lleva dos partes de coñac, siete de sidra (preferiblemente dulce) y una rodajita de naranja. Se sirve la mezcla en un vaso frío, pero sin hielo y se toma a pequeños sorbitos mientras vemos caer las hojas de los árboles.

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Una opción más nuestra, también con coñac es el “Barcelona”, cóctel que combina diferentes bebidas españolas con limón y limonada, que no son lo mismo. Sofisticado e internacional, como la ciudad que le da nombre.

Siguiendo con recetas que usen sidra o aguardiente de manzana, no puedo resistirme a ofreceros otra alternativa al Gin-Tonic, ideada por la coctelería ovetense I+Drink, que experimenta sustituyendo las habituales bebidas espirituosas en los cócteles por bebidas asturianas. Se trata del Apple Tonic, fácil y sencillo de preparar.

En la habitual copa grande (o vaso de sidra, ya que estamos) con hielo, añadimos una parte de aguardiente de manzana (puede ser el clásico Calvados, aunque lo suyo sería un aguardiente asturiano de calidad, como el Salvador del Obispo), cinco partes de tónica, dos rodajas gruesas de manzana verde y unas vueltas con cariño para mezclarlo todo. Ahí tenéis una bebida que sí merece la pena, exótica y que no requiere que un camarero vestido de médico haga malabarismos con una cucharilla retorcida y un cruce entre tónica y perfume parisino.

Como tres cócteles en un día ya sobrepasan la moderación que aconsejamos, lo vamos a dejar por aquí. Si queréis seguir explorando mezclas y sabores de esta estación, os animo a que lo hagáis siguiendo los sabores de las frutas de temporada: manzanas, uvas, naranjas, peras y piñas. Y si os veis con ánimo recio y ganas de probar algo más fuerte, buscad licores elaborados con avellanas, castañas, nueces y bellotas. ¡Feliz otoño!


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LAVAPIÉS… el paraíso madrileño de la comida india

Hablar de comida india en Madrid, es hablar de Lavapiés. No exageramos si decimos que debe de ser uno de los lugares de Europa con más restaurantes de este tipo por metro cuadrado, de hecho, hay tantos y está todo tan bueno que lo mejor es escribir sobre la zona y no sobre un sitio en concreto. Es cierto que todos los asiduos tienen uno favorito… supongo que es como cuando te mudas a una nueva ciudad con dos equipos de fútbol y algo en el ambiente te obliga a elegir.

Comida india

Vivir en la zona tiene sus sus curiosidades… como que los cajeros huelan a curry, te repitan la palabra vecina como papagayos o se pongan celosos cuando no vas a su restaurante pero, por suerte eso no os va a pasar… Lo que os encontraréis serán unos fantásticos menús del día por poco más de 7 euros que podréis comer en una terraza la mar de agradable… o la opción de comer a la carta por menos de 10€.

Para quienes no estén familiarizados con la comida india y tengan miedo a probarla… que lo pierdan, aunque los colores tan intensos asusten un poco y la comida sea bastante especiada es una experiencia que realmente vale la pena. Los platos son variados pero hay unos básicos que hay que probar… En primer lugar, las samosas (preferiblemente de pollo) son una especie de empanadillas triangulares, las hacen vegetales pero el relleno suele ser preparado congelado de ensaladilla con curry y no le termino de coger el punto. Otra opción imprescindible son las pakoras, un amasijo de verduras fritas con harina de garbanzo crujientes y supersabrosas.

De segundos mi favorito con diferencia es el Chana Masala, una especie de guisote de garbanzos que mezclado con el arroz basmati está de muerte! El pollo masala no se queda atrás… Generalmente son comidas con salsa que sirven en cazuelitas.. salvo el Tandoori que es una receta espectacular que debe llegar humeando a la mesa como si acabase de salir de un volcán.

No podéis iros sin probar un nan (que es su pan) lo hacen solo y relleno de queso o frutos secos, todos ellos están buenísimos y son perfectos para mojar y remojar en las salsas. Y ya que estamos.. o mientras se come (como hacen en el norte de Europa) o de postre un Mango Lacchi… yogur batido frío con mango. Delicioso!

Todos los años, por el mes de junio montan BollyMadrid, un festival de Bollywood muy interesante con una propuesta gastronómica para no perderse. Se hace una feria en la plaza de Lavapiés donde los restaurantes montan chiringuitos y venden especialidades por 1Euro. Una excusa perfecta para probar un montón de delicias de la india por muy poco dinero.

En definitiva, una comida diferente, rica, en el centro de Madrid y muy económica es una apuesta que se merece las dos limas y una recomendación… mejor para comer que para cenar, es más, para comer y luego no cenar.

Calle de Lavapiés. Madrid.


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Sí es que así no se puede, oiga!

No me voy andar por las ramas, queridos lectores de Lima a limón, no voy a ser condescendiente o benevolente. Que las hayan “implantado” y su presencia se haya “asumido” no es razón suficiente para que ponga el grito en el cielo y más allá.

¡¡NO SOPORTO QUE SIRVAN PATATAS CONGELADAS!!

baston_fino8x8Creo que es el peor acompañamiento que un bar/casa de comidas/tapería/restaurante pueda poner como presentación de sus platos – aunque sean menús del día – y no entiendo que se queden tan tranquilos al ver como la mayoría de las veces vuelven, sin ser consumidas a sus cocinas.

¿Qué poderosa razón empuja a un propietario – creo que estamos todos de acuerdo que aquí la opinión del cocinero/a no se tiene en cuenta en absoluto – de que su establecimiento incluya un producto de tan ínfima calidad? ¿Qué extraño aliciente le lleva a este hostelero de medio pelo pensar que nosotros– posibles clientes asiduos – quedemos contentos con algo así? ¿Y si no volvemos a poner un pie por allí, se extrañará?

Le he preguntado a un amigo que ha trabajado en hostelería, el porqué las usan con tanta alegría y me ha sentenciado:

– Porque son baratas y rápidas de hacer.

Bien. He hecho la prueba en mi casa. Puse una sartén grande con aceite a calentar, cogí tres patatas – una por comensal – las pelé, las corté panaderas y las eché a freír. Cuando estuvieron listas, se fueron a cada plato y las premié un poco de sal y tomillo. Todo ese proceso duró 6´28” y 0,26 céntimos de euro.

Si, ya sé lo que me vais a decir. Yo preparé un acompañamiento para tres comensales y en un restaurante se sirven muchísimos más. ¿Y aún así eso los justifica? ¿Realmente es más importante la rapidez y el uso de esos productos para salir del paso (como ese tipo de patatas, los champiñones de bote, las zanahorias baby, los guisantes de lata, la salsa de tomate intragable que ponen con los spaguetti, la lechuga iceberg…) que el buen hacer, la profesionalidad, el esfuerzo y la satisfacción diaria que todo eso supone y que ayudan indiscutiblemente a diferenciarse – obviamente si quieren, claro – de todos los demás bares de su calle?

Uno de los episodios más patéticos que he tenido que sufrir relacionado con este tema ha sido cuando en una tapería – que he decidido olvidar – se me ocurrió pedir unas patatas al ali oli. Mi sorpresa fue morrocotuda al ver que en aquel cuenco de diseño había unas decaídas, pálidas y vergonzosas patatas congeladas salpicadas – como si hubiesen utilizado spray – por una inexistente salsa.

– Perdona, ¿ésta es vuestra tapa de patatas? le pregunté a la camarera.
– Sí, sí que son, al ali oli, como pediste…
– Ya… pero éstas son congeladas.

La camarera se me quedó viendo como queriendo deducir hasta donde quería llegar.

– Espera un minuto que pregunto en cocina…

Cuando volvió a mi mesa me respondió con contundencia:

– Tienes que perdonar, las patatas se nos han acabado por lo que nos hemos visto obligados a servirlas así.
– Ahhh, ya… conseguí responder.

Y se marchó tan contenta como vino.

Ufff, sí es que así no se puede, oiga!!